¿ Te has preguntado alguna vez cómo funcionan los organismos microscópicos en la naturaleza ?
Respuestas a la pregunta
No se pero gracias
Explicación:
gracias por los puntos
Respuesta:
Si le dijésemos a un grupo de personas que imaginasen por un momento la naturaleza y luego les preguntásemos en que han pensado unos dirían que en una playa virgen, otros que en un bosque frondoso, el inmenso océano, un paisaje helado lleno de pingüinos o una sabana infinita surcada por grandes herbívoros. Vamos, los documentales de naturaleza que ponen en la tele. Tienen razón, esa es la naturaleza que vemos, pero hay también otra que no vemos y que todo lo impregna, un mundo microscópico tan hermoso y fascinante como el que tenemos a la vista.
Cojamos por ejemplo una raicilla de 1 mm de una planta cualquiera y examinémosla con un potente microscopio. Contemplaremos una pradera como el Serengueti pero diminuta. Las plantas exudan muchos azúcares por las raíces, así como el 30-40% del Carbono que fijan como materia orgánica, lo que no es ninguna tontería. Y claro, sobre la raicilla crece un tapiz de bacterias similar a un césped que se alimenta de los azúcares. Y este césped lo pastan protozoos, como las amebas que estudiábamos en la escuela, que con esos seudópodos que tanto me intrigaban de niña son capaces de rebañar las bacterias que crecen en los recovecos más inaccesibles. Y luego están los leones, en este caso pequeños nematodos que se comen a los protozoos. Si ahora enfocásemos a una flor y mirásemos el néctar veríamos infinidad de levaduras que viven allí, alimentándose de sus azúcares. Y no digamos si nos metemos en nuestro tubo digestivo, en el que tenemos una compleja comunidad microbiana que pesa como un kilo y que se renueva todos los años. El mundo microscópico está en todas partes, todo lo recubre y todo lo impregna y se organiza en redes tróficas tan complejas como las del mundo macroscópico. Y no es algo baladí, pues este mundo mínimo tiene una biomasa considerable y degrada la mayor parte de la materia orgánica que fijan las plantas, no como los animales, tan vistosos ellos, que solo degradan una pequeña parte. todo lo recubre y todo lo impregna y se organiza en redes tróficas tan complejas como las del mundo macroscópico. Y no es algo baladí, pues este mundo mínimo tiene una biomasa considerable y degrada la mayor parte de la materia orgánica que fijan las plantas, no como los animales, tan vistosos ellos, que solo degradan una pequeña parte. todo lo recubre y todo lo impregna y se organiza en redes tróficas tan complejas como las del mundo macroscópico. Y no es algo baladí, pues este mundo mínimo tiene una biomasa considerable y degrada la mayor parte de la materia orgánica que fijan las plantas, no como los animales, tan vistosos ellos, que solo degradan una pequeña parte.
Podríamos pensar que este mundo microscópico es un simple comensal del macroscópico, vive de sus restos y exudados pero no interactúa con él. Pues no es así. Influye, y mucho, en el macroscópico. Por ejemplo, ese miniserengueti que hay en las raíces estimula el crecimiento radical, con lo que las plantas toman más agua y sales del suelo y crecen más. Como también cambian la proporción de nutrientes accesibles a la composición química de las plantas y con ello a los herbívoros, tanto en su composición como en abundancia. La comunidad de microbios que habita en nuestro tubo digestivo degrada moléculas que nosotros no podemos degradar, convirtiéndolas en otras que si asimilamos. Pero la cosa va más allá. Ahora se está descubriendo que la composición y funcionamiento de la flora intestinal puede estar detrás de ciertas enfermedades o incluso de la obesidad. Así que entre el mundo micro y el macro se han establecido relaciones duraderas que en ocasiones han derivado en mutualismos (por eso son duraderas) o incluso en simbiosis (micorrizas, rizobium).
Este toma y daca entre el mundo micro y macro se conoce desde hace tiempo, pero ahora se está descubriendo algo que tiene a los ecólogos muy asombrados: el mundo microscópico puede controlar directamente las relaciones entre poblaciones en el mundo macroscópico, como por ejemplo entre las plantas y los herbívoros. Esto es lo que nos muestra en el último número de la revista Ecosistemas tres investigadores, Jose Enrique peris, Jose María Fedriani y Leandro peña ( aquí), que han demostrado que los ratones de los naranjales valencianos prefieren las naranjas pochas, esas cubiertas de moho que tiramos con mucho asco a la basura, a las naranjas sanas. Pero no es el único caso. El Prof. Herrera descubrió hace poco que los abejorros prefieren libar el néctar de las flores infectado por levaduras que el néctar limpio, mucho más dulce. Tampoco debería de extrañarnos. A nosotros también nos gustan mucho los zumos vegetales fermentados con levaduras como el vino o la cerveza. No somos los únicos borrachines de la naturaleza, parece que eso de darle al frasco está bastante extendido en la escala zoológica.
¿Y esto que consecuencias tiene? Pues que el estar o no infectado de hongos va a determinar la probabilidad de ser polinizado o dispersado, es decir, va a controlar la capacidad reproductiva de las plantas.