superioridad racial a finales del siglo XIX y principios del siglo XX
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Una crítica epistemológica a la idea neopositivista de ‘racionalidad científica' a partir de un análisis del racismo implícito en los conceptos científicos ortodoxos sobre la diversidad biológica humana durante el periodo de aceptación de las tesis darwinistas sobre el origen evolutivo de nuestra especie.
Explicación:
Durante la segunda mitad del siglo XIX, y en los países más civilizados de «occidente», el más descarnado racismo sobre los pueblos de origen no europeo, lejos de considerarse una ideología perniciosa, llegó a constituir, para la inmensa mayoría de la población educada -incluso para muchos de aquellos que se mostraban enérgicamente en contra de instituciones como la esclavitud-, el resultado lógico de una verdad demostrada por las ciencias naturales más avanzadas del periodo. La enorme violencia conceptual de la biología evolutiva humana, ejercida sobre las comunidades más débiles del planeta desde el punto de vista económico y militar, tomó en la práctica la forma de una Verdad irrefutable para muchos de los espíritus más cultivados de la ciencia norteamericana y europea. Consciente o inconscientemente puesta al servicio de un orden social demencial -el esclavismo o el imperialismo burgués decimonónico-, la violencia simbólica implícita en el discurso técnico de la biología humana ortodoxa del periodo finisecular sirvió para legitimar una violencia directa y material impuesta por la fuerza sobre quienes fueron descritos biológicamente -en términos generales- como seres semi-humanos o quasi-humanos o, en último término, no tan humanos como el hombre blanco1. La gran ciencia de fines del siglo XIX situó a todos estos grupos humanos en un plano de nítida inferioridad evolutiva, de acuerdo con una fantasmagórica concepción de la esencia natural de la especie humana, ajustada a los estándares y a los intereses de la burguesía blanca de fin de siglo.
Como señalan Brace y Montagu a propósito del racismo de la antropología física ortodoxa en el siglo XIX, «el hábito de percibir a los seres humanos de forma estereotipada era tan fuerte que incluso Darwin fue incapaz de librarse de él al tratar con el problema de la variabilidad humana»2.