Sintetiza. ¿Por qué razón se incorporaban las mujeres a la vida religiosa?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
La historia del cristianismo, la conformación de sus comunidades y el mantenimiento de sus estructuras no podrían entenderse sin la participación de las mujeres. Las mujeres han participado en la historia, las narraciones, la vida cotidiana y en cada una de sus expresiones dentro de las diferentes iglesias; representan, incluso, el mayor número de asistentes a los servicios religiosos y la población que más tareas de cuidados y servicios proporciona a estas instituciones.
Sin embargo, no porque su asistencia y participación sea numerosa se puede considerar que se trata del reconocimiento o ejercicio de una igualdad manifestada dentro del campo religioso; por el contrario, no se debe confundir está abundante participación como un ejercicio de derechos ganados al interior de dicho campo, pues resulta fundamental revisar el tipo de posiciones que las mujeres ocupan, las responsabilidades que les son dadas, las sujeciones de las que son objeto y, por supuesto, las relaciones de poder en las que están inmersas dentro del mismo. El conjunto de lo anterior ofrece un panorama en el que resulta imposible negar la profunda desigualdad que se oculta bajo argumentos de Tradición religiosa e incluso de carácter que pretende ser divino, para mantener la sumisión y opresión de las mujeres a través de mecanismos como el bajo o nulo reconocimiento, la negación de su agencia y la omisión de sus derechos humanos fundamentales; formas, todas ellas, de mantener la organización y perpetuidad del campo religioso y sus estructuras.
En muchos casos, la participación de las mujeres se limita a actividades que reproducen, reafirman y mantienen la extensión de sus roles de género dentro del espacio doméstico con actividades de servicio y administración del cuidado y los recursos. La participación, sin lugar a dudas importante, ha quedado fuera del reconocimiento oficial, y por tanto público, dentro de la mayoría de las instituciones religiosas. Y aunque algunas denominaciones cristianas reconocen, dentro de su organización, la participación de las mujeres en puestos de liderazgo como en el caso de algunos ministerios religiosos, aún no se puede hablar de una situación de igualdad.
En México existen numerosos estudios sobre las diversas manifestaciones del fenómeno religioso, algunos de tipo teórico y metodológico desde diferentes campos disciplinarios, y muchos otros de carácter etnográfico, que pretenden dar cuenta de experiencias particulares acerca de la amplia gama de manifestaciones religiosas que existen y que se van conformando a partir del movimiento de sus actores.
En el caso de la experiencia de las mujeres de denominación cristiana, los estudios realizados en México tienden más a la investigación de los movimientos católicos en torno al derecho a decidir y de los grupos pentecostales y neopentecostales y de sus nuevas configuraciones religiosas.
De manera más específica, dentro de aquellos en los que la experiencia de las mujeres es el punto de partida, se puede mencionar la importancia de las investigaciones: de Elizabeth Juárez (2000) sobre la reproducción de roles tradicionales de género; de Patricia Fortuny (2001) sobre la representación y la figura femenina; de Alberto Velázquez (2013) sobre la institucionalización religiosa del género; y, de manera destacada, la investigación de De la Torre y Fortuny (1991) sobre participación y representaciones simbólicas en mujeres de la Luz del Mundo.
En países como Brasil, donde la experiencia de investigación sobre el fenómeno religioso resulta muy amplia tanto por la gran diversidad religiosa que lo caracteriza como por la abundante producción teológica, los estudios sobre la participación de las mujeres cristianas tanto en el ámbito teológico y eclesial como en el ámbito político, nos muestran una participación que se torna más visible en la esfera pública, o bien, más agencial dentro del mismo campo.
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