SIMILITUDES entre la conquista militar y espiritual de México
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En un análisis reciente de la literatura sobre la época colonial, Charles Gibson hacía notar el declinamiento de la saga de la conquista en los estudios contemporáneos. El carácter épico, el aura heroica y el sentido de acontecimiento central y fundador que tuvo este hecho en las crónicas coloniales y en las obras del siglo XIX, casi han desaparecido en los estudios recientes. En los tiempos de la descolonización, pocos escritores se atreven a magnificar las guerras de conquista y la fuerza de las armas. La mayoría de los historiadores contemporáneos ha optado por indagar las causas políticas y económicas que condujeron a la era de los descubrimientos y conquistas, o se ha interesado en el estudio de las consecuencias sociales, económicas y culturales que produjo la conquista en la población aborigen. Otros han puesto su atención en los cambios estructurales que introdujo la conquista y han concentrado su interés en el análisis de las fuerzas que intervinieron en la construcción de la sociedad colonial, abriendo un debate sobre la caracterización y definición conceptual de esa nueva realidad.
Este cambio en el interés de los historiadores que se ocupan del siglo de la conquista es muy notorio en las obras generales. La antes omnipresente relación de campañas y hechos de armas ha sido reducida en estos libros a unas cuantas páginas, en tanto el centro del relato lo ocupan las explicaciones acerca de las pugnas políticas y comerciales entre las potencias europeas y el análisis de las transformaciones geográficas, políticas, económicas, sociales y culturales que experimentó el mundo a raíz de la ampliación de sus fronteras. En el caso de México, aunque un numero grande de historiadores se concentró en la edición y estudio de las crónicas de la conquista, los escritos más significativos han seguido los caminos abiertos por la nueva historiografía mundial. Silvio Zavala comenzó a quebrar las viejas tradiciones cuando orientó sus investigaciones al análisis de las ideas políticas y las doctrinas jurídicas que justificaron las empresas conquistadoras, y definió nuevos rumbos en las obras que dedicó a explicar los efectos de la conquista sobre la población indígena (La encomienda Indiana. Los esclavos indios, los sistemas de trabajo, etcétera). Estos estudios, junto con los que analizan los procesos de la evangelización y las transformaciones sociales y económicas, son hoy los predominantes en la historiografía del siglo XVI.
Los nuevos estudios han roto también otra constante que venía de siglos atrás. Si antes de 1910 la conquista era considerada el hecho central de la época colonial, la de México-Tenochtitlan era vista como la conquista por antonomasia. Quien describía las hazañas de Cortés y la caída de la capital mexica daba por hecho que había explicado todo el proceso de dominación del territorio. Los estudios recientes prácticamente han abandonado la gesta de Cortés para indagar las diversas conquistas que en el tiempo y el espacio configuraron el ciclo completo de la conquista de México. Hoy no se habla de la conquista, sino de muchas conquistas, en reconocimiento a la variedad de enfrentamientos y formas de penetración que adoptó la entrada de los españoles a lo largo del siglo XVI. Con todo, es un hecho que la conquista de México-Tenochtitlan y la figura de Cortés seguirán siendo el prototipo de la conquista y del conquistador. Ningún otro hecho ni personaje llenan tan completamente ambas imágenes. Lo importante es que las nuevas investigaciones acerca de las varias empresas conquistadoras han mostrado la complejidad que asumió la penetración española y la resistencia indígena, rescatando procesos espaciales y temporales que antes ocultaba la visión centralizadora de la toma de Tenochtitlan. Más aún, estos estudios y los dedicados a conquistadores menores arrojaron nueva luz sobre la diversidad social y los diferentes destinos de los hombres que participaron en las empresas de conquista y en la creación de la primera sociedad colonial. Así, en lugar de la imagen estereotipada del conquistador coronado por el éxito y holgadamente recompensado por el botín de guerra y las jugosas encomiendas, los nuevos estudios señalan que solo un puñado de los soldados de la conquista tuvo este destino, mientras que la mayoría se enroló en un -proceso de sucesivas conquistas y fracasos, obtuvo recompensas eminentemente satisfactorias, reclamó encomiendas mejor dotadas, se convirtió en labrador o funcionario provincial, hizo oficio de capataz de ranchos e ingenios azucareros y terminó sus días haciendo peticiones y demandas, soñando en conquistas grandiosas y enriquecimientos súbitos. Con todo, hacen falta más investigaciones como la de Víctor M. Alvarez, Diccionario de conquistadores (1972), para penetrar en la realidad social de los hombres de la conquista.