-Señor profesor, replicó vivamente el comandante, yo no soy lo que usted llama hombre civilizado! He roto con la sociedad entera por razones
que solo a mí me incumbe apreciar. No obedezco, pues, a reglas y le recomiendo que no las invoque nunca en mi presencia. Esto fue dicho
con tono categórico. Un fulgor de ira y de desdén le iluminó la mirada al desconocido; yo vislumbré en la vida de aquel hombre un pasado harto
tormentoso. No solamente se había puesto al margen de las leyes humanas, sino que además se había emancipado, declarándose libre en la
más rigurosa acepción de la palabra, fuera de todo alcance! Quién osaría perseguirlo en el fondo de los mares, cuando en la supercie
desbarataba los esfuerzos que se conjugaban contra él? Qué navío podía resistir el choque de su monitor submarino? Qué coraza, por espesa
que fuere, soportaría los impactos de su espolón? Nadie, entre los humanos, podía exigirle cuentas de sus actos. Solo Dios, si creía en él, su
conciencia, si la tenía, eran los únicos jueces a cuya jurisdicción podía someterse. Estos pensamientos cruzaron rápidamente por mi mente,
mientras el extraño personaje callaba, absorto y como ensimismado. Yo lo observaba con un pavor en que había hondo interés, sin duda como
Edipo contemplaba a la esnge. Después de prolongado silencio, volvió el comandante a tomar la palabra. He titubeado mucho, dijo, pero pensé
que mi interés podía conciliarse con la compasión natural a que todo ser humano tiene derecho. Se quedarán ustedes a bordo, ya que la
fatalidad los empujó hasta aquí. Serán libres y a cambio de tal libertad, muy relativa por otra parte, no he de imponerles más que una
condición. La palabra que me den de someterse a ella me bastará. -Hable usted, señor, le respondí, porque supongo que será una condición tal como las que una persona honrada puede aceptar. - Sí, señor. Es esta: puede ocurrir que ciertos acontecimientos imprevistos me pongan
en la necesidad de retenerlos en sus camarotes durante unas horas o unos días. En el deseo de no apelar a recursos violentos, espero de
ustedes, en tal caso, estricta obediencia. Obrando de este modo, pongo a cubierto la responsabilidad de ustedes, los libro de todo compromiso,
puesto que yo los habré colocado en la imposibilidad de ver lo que no debe ser visto. ¾Aceptan esta condición? ½De manera que ocurrían a
bordo cosas por lo menos singulares y que no debía ver la gente que no estuviera puesta al margen de las leyes sociales! Entre las sorpresas
que me reservaba el futuro no debía ser esta una de las menores. - Aceptamos, respondí. Solo que le pediré, señor, me permita hacerle una
pregunta, una sola. - Hable usted, señor. - ¾Me ha dicho que estaremos libres a bordo? - Enteramente. - Le preguntaré qué entiende usted por
esa libertad. - Pues, la libertad de ir, de venir, de ver, de observar incluso lo que aquí pasa, salvo en contadas circunstancias, la libertad, en n,
de que disfrutamos mis compañeros y yo.
Era evidente que no nos entendíamos. - Perdone usted, señor, repuse, pero esa libertad no es más que la que tiene todo prisionero de recorrer
su prisión. No puede bastarnos. - ½Sin embargo, será preciso que les baste! - ¾Cómo? ¾Hemos de renunciar para siempre a ver nuevamente
a nuestra patria, a nuestros amigos, a nuestra familia? - Sí, señor. ½Aunque renunciar al insoportable yugo de la tierra, que los hombres creen
la libertad, tal vez no sea tan penoso como usted se lo imagina! - ½De todos modos, exclamó Ned Land, jamás empeñaré mi palabra de no
tratar de escaparme! - Yo no le exijo su palabra, maestro Land, respondió con frialdad el comandante. - ½Señor, dije yo arrebatado a pesar
mío, abusa usted de su situación con respecto a nosotros! ½Eso es crueldad! - ½No, señor, es clemencia! ½Son ustedes mis prisioneros
después del combate! ½Les doy hospitalidad cuando con una sola palabra podría hundirlos en los abismos del océano! ½Ustedes me han
atacado, han venido a sorprender un secreto que ningún hombre en el mundo debe conocer, el secreto de toda mi vida! ¾Y creen ustedes que
voy a restituirlos a esa tierra que no debe nunca conocerme? ½Jamás! ½Al retenerlos a ustedes no velo por su seguridad, sino por la mía!
½Deben comprenderlo!. Julio Verne, Veinte mil leguas de viaje submarino (fragmento).
5. De las siguientes alternativas la que sintetiza mejor la situación planteada en el texto es
A. La bienvenida del comandante a sus visitantes.
B. La comparación entre la vida en la tierra y en el mar
.C. La discusión losóca acerca del sentido de la libertad.
D. La subyugación de un grupo de prisioneros que no tienen otra opción.
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