Señala un argumento que pueda darse para justificar esta afirmación. Mi libertad empieza donde termina la del otro
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Respuesta:
Entre los eslóganes de moda no hay ninguno con tanto potencial cómo este para hacer desagradable la vida de los demás.
Hace unos días trataba de trabajar en silencio mientras en la misma sala otra persona escuchaba música. ¿Quién pasaba a llevar los derechos del otro? ¿El que escuchaba música o el que pedía silencio? Un poco a mi izquierda había otro que evidentemente hacía uso de su libertad de prescindir del baño diario. El problema de las libertades, y el conflicto que se genera, ha estado presente en la mayoría de las recientes manifestaciones sociales: la libertad de manifestarse en la calle contra el derecho al orden público, el derecho parar las clases versus el derecho a estudiar, etc.
Que mi libertad termina donde empieza la del otro es, por eso, un eslogan vacío, por mucho que se le atribuya a un brillante pensador decimonónico. Vacío porque nadie sabe exactamente cuál es ese lugar donde termina la libertad de uno y empieza la del otro, y mucho menos quién y cómo fija ese límite. La discusión, tomando esta consigna como punto de partida, puede llegar al infinito.
¿Cómo se resuelve este conflicto cuando el eslogan no funciona? Una posibilidad es recurrir a la fuerza. Eso es justamente lo que hacen muchos para garantizar sus derechos auto conferidos. Pero el recurso a la fuerza -la ley de la selva- es justo lo que quiere evitar quien se apoya en esta idea. Ha de agradecerse al eslogan y a quien lo propuso el haber mostrado cuál es el problema, pero éste tendrá que ser resuelto por otra vía, porque esa frase será atractiva pero no tiene contenido.
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