semejanzas y diferencias de la doctrina estrada y el fragmento de Benito Juárez
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Desde la fuente cristalina del más puro liberalismo, en el corazón de la Reforma, una gran idea tomó cuerpo en labios de Benito Juárez. En efecto, en su Manifiesto a la Nación expedido poco después de su entrada triunfante a la Ciudad de México, el 15 de julio de 1867, dijo textualmente: “Que el pueblo y el gobierno respeten los derechos de todos. Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz… Confiemos en que todos los mexicanos, aleccionados por la prolongada y dolorosa experiencia de las comunidades de la guerra, cooperaremos en el bienestar y la prosperidad de la nación que sólo pueden conseguirse con un inviolable respeto a las leyes, y con la obediencia a las autoridades elegidas por el pueblo...”.
Como siempre ha sucedido y sucede no todo el mundo sabe asimilar la idea precedente. Se les olvida, por ejemplo, a ciertos “críticos” que los pensamientos no se acaban en un momento dado para que empiecen nuevos pensamientos; que la historia de las ideas, de las modas, de los usos y costumbres —incluso de la misma moral— no es lineal sino que como lo pensaba Giambattista Vico, el gran jurista y filósofo napolitano de la historia (de entre segunda mitad del siglo XVII y primera del XVIII), hay un “corsi” e “ricorsi” —se podría traducir como correr y volver a recorrer— que implica un movimiento que va y viene, una especie de rueda que gira y gira regresando al mismo punto con las variantes propias de la época. Por eso qué importa que Kant en Sobre la Paz Perpetua considerara el Derecho como el “único principio posible de la paz perpetua”, manejando tal idea; y en cuanto a cuál es el derecho ajeno lo tiene bien definido el Derecho al delimitar lo propio de lo ajeno, asunto éste de profundo contenido jurídico y filosófico. La verdad es que “los derechos de todos” no son un coctel ni una mezcla que embriaga y confunde.
Ahora bien, yo creo que es una barbaridad sostener que la llamada Doctrina Estrada se halla rebasada, lo que argumentan —de buena o mala fe, por ignorancia o descuido doloso y hasta por perversidad política— los desconocedores de la tradición liberal mexicana. Es una doctrina o criterio muy simple pero que se remonta a siglos de historia jurídica, política y humanista. Su autor fue Genaro Estrada, Secretario de Relaciones Exteriores en el gobierno de Pascual Ortíz Rubio, que propuso un respeto absoluto a la soberanía, libertad e independencia de otros países para resolver sus problemas políticos y democráticos; rechazando que los asuntos interiores de un país puedan ser calificados por otros gobiernos.
“El gobierno mexicano —dice la Doctrina Estrada— sólo se limita a mantener o retirar, cuando lo crea procedente, a sus agentes diplomáticos, sin calificar precipitadamente, ni a posteriori, el derecho de las naciones para aceptar, mantener o substituir a sus gobiernos o autoridades”. A mayor abundamiento, añado, los venezolanos descontentos con el gobierno de Nicolás Maduro tienen al alcance de sus manos varios recursos convencionales para alegar y probar sus inconformidades, a saber y entre otros, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Corte Europea de Derecho Humanos y la Corte Penal Internacional.
Nadie les niega su derecho a recurrir ante ellos. Además, los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte reconocen en el artículo 1o de la Constitución la garantía y protección de los derechos humanos. En conclusión, no debemos juzgar ni enjuiciar a otros países como tampoco aceptamos que desde el exterior se juzguen o enjuicien nuestros procesos electorales, políticos, democráticos y jurídicos, únicamente concernientes a México. Lo contrario es favorecer una globalización ridícula y extravagante que sólo beneficia al intervencionismo que hoy sabemos cuál firma lleva.
Explicación:
perdón pero es muy largo •́ ‿ ,•̀