Según el historiador Gabriel Di Meglio, ¿cuál es el legado de las idas Morenistas y cuáles están pendientes?
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Respuesta:
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Explicación:
Las vías de indagación propuestas para reflexionar sobre el lugar de la obra de Tulio Halperin Donghi en la historiografía que cultivamos son interesantes porque trazan una genealogía de temas que hemos frecuentado a lo largo de nuestras carreras dedicadas al siglo XIX argentino, sujeta a condiciones institucionales muy distintas a las que se vio expuesto. Obviamente, no es este el lugar para desarrollar los contrastes entre unas y otras, aunque no estaría de más traer a colación que se trató de un asunto regularmente por él argumentado cada vez que tenía oportunidad de ensayar reflexiones expresando, una y otra vez, su satisfacción ante la formación de una comunidad de historiadores que por fin había hecho suya la demorada empresa de colocar el caso argentino en las coordenadas de la historiografía hispanoamericana e internacional, que hasta la víspera había dependido de esfuerzos individuales, o de grupos minúsculos en los que había participado.
Sin duda, la consolidación y profesionalización disciplinar propició la difusión de su obra, y alimentó también diferentes modos de interpelarla en función de las desiguales condiciones y tradiciones disciplinares cultivadas en los ámbitos académicos y universidades argentinas. En tal sentido, si el texto de Gabriel Di Meglio se hace eco de la manera en que la producción historiográfica de nuestro homenajeado disparó toda una gama de investigaciones dispuestas a poner a prueba sus hipótesis, y, eventualmente, a corregir imágenes consagradas por el gran historiador argentino, su lectura trasunta una especie de malestar latente que no parece reducirse a la manera abigarrada de exponer los resultados de su labor intelectual, sino también a las formas de interpelar el pasado político que historió de manera magistral. Mis impresiones en este aspecto no son idénticas no solo porque pertenezco a una generación de historiadores cuya formación coincidió con la creciente profesionalización de la disciplina en los años que siguieron a la normalización de las universidades y del CONICET, sino porque las formas de acceder y de pensar Halperin en circuitos paralelos a los que él señala como capitales para la difusión de su obra, sugieren también tener en cuenta recorridos no necesariamente equivalentes a los evocados. En torno a ello, y en función de las múltiples aristas sugeridas en el texto, traeré a colación dos o tres asuntos que resultan atractivos para interceptar algunas claves de lectura que considero oportunas para complejizar sobre las lecturas y usos de Halperin.