Santuario familir donde se celebra la fe
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El futuro de la humanidad se fragua en la familia», ha recordado en diversas ocasiones el Papa Juan Pablo II (1). A la luz de los inmensos problemas del mundo actual qué certero resulta este juicio del Santo Padre, recogido por el documento de Santo Domingo (2). Este planteamiento no es otra cosa que una manera positiva y realista de aproximarse a un hecho que resulta capital: la decadencia, subdesarrollo, crisis, o desorientación de un pueblo o una nación, está estrechamente ligado a la suerte de la familia. En la exhortación apostólica post-sinodal Christifideles laici el Santo Padre lo señala también: «Como demuestra la experiencia, la civilización y la cohesión de los pueblos depende sobre todo de la calidad humana de sus familias» (3).
En los últimos tiempos se ha visto cómo ha crecido la amenaza a la familia. Diversas voces se han alzado para denunciar esta situación. Entre ellas se destaca nítidamente la voz de la Iglesia, sobre todo de los Romanos Pontífices. Al estar la familia amenazada es todo el futuro de la humanidad el que se encuentra en peligro. La Iglesia sabe bien que lo que está en juego, en última instancia, es el ser humano mismo. De ahí el valor social de proteger la familia. Por eso al hablar de la familia ha sido destacado lo que podemos llamar el argumento antropológico. En el corazón de toda esta preocupación está la persona humana, la única creatura que Dios ha querido por sí misma (4). Y es a este ser humano, camino de la Iglesia, a quien quiere defender y promover.
Debe tenerse en cuenta, al hablar de la familia, que ella no es un fin en sí misma. La familia debe ser camino y medio de desarrollo y plenitud, santuario de la vida, escuela y ámbito de encuentro y comunión para el ser humano, cenáculo de amor, Iglesia doméstica. Sobre sus pilares se sustenta todo el tejido social.
En los últimos tiempos se ha visto cómo ha crecido la amenaza a la familia. Diversas voces se han alzado para denunciar esta situación. Entre ellas se destaca nítidamente la voz de la Iglesia, sobre todo de los Romanos Pontífices. Al estar la familia amenazada es todo el futuro de la humanidad el que se encuentra en peligro. La Iglesia sabe bien que lo que está en juego, en última instancia, es el ser humano mismo. De ahí el valor social de proteger la familia. Por eso al hablar de la familia ha sido destacado lo que podemos llamar el argumento antropológico. En el corazón de toda esta preocupación está la persona humana, la única creatura que Dios ha querido por sí misma (4). Y es a este ser humano, camino de la Iglesia, a quien quiere defender y promover.
Debe tenerse en cuenta, al hablar de la familia, que ella no es un fin en sí misma. La familia debe ser camino y medio de desarrollo y plenitud, santuario de la vida, escuela y ámbito de encuentro y comunión para el ser humano, cenáculo de amor, Iglesia doméstica. Sobre sus pilares se sustenta todo el tejido social.
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