Sala convencional de finales de siglo, no se sabe si XIX, XX o XX, o si de un siglo que no ha empezado aún y puede que no empiece nunca. Entra precipitadamente el hombre invisible. Da unos cuantos pasos agitados, se para, se vuelve hacia la puerta de la calle, hacia la ventana del fondo, hacia la vidriera del techo que continúa en ángulo recto la misma moldura, hacia el suelo de madera, que reproduce en sol y sombra también esa cuadrícula, nervioso.
Hombre Invisible. – ¡Al fin! ¡Al fin lo he logrado!
Levanta un brazo y lo extiende contra la luz que se filtra a través de la vidriera del techo, y lo recorre con la otra mano, observándolo, o no observándolo, extasiado.
¡Los resultados son mejores de lo que cabía esperar!
En un momento dado parece descubrir al público y, dirigiéndose a él, inicia su monólogo, recuperando el deambular interrumpido.
No, no me miren así, como a un fenómeno, una monstruosidad nunca vista. Puede que se hayan cruzado conmigo, hoy, por la calle, que hayan hablado de sus cosas más íntimas a mi lado, encerrados en la misma habitación. Puede que me haya atravesado en su camino, que haya estado reiteradamente ante sus ojos, sólo que sus ojos ignoraban lo que estaban observando, con esa mirada perdida, desconcertada, con que me miran ahora.
Yo soy el hombre invisible, evidentemente. Bueno, puede que a algunos puristas les parezca que la palabra “evidentemente” no resulta apropiada para el caso. Pero ustedes están oyendo una voz humana y, sin embargo, no ven ningún cuerpo humano que la emita, y ello constituye una evidencia de que se hallan en presencia del hombre invisible sin la más mínima sombra de duda, y eso en el sentido literal de la expresión.
Se deja caer en el sofá. Deja salir un suspiro de desahogo, se relaja, y cruzando una perna sobre la otra, continúa:
Claro que yo no siempre he sido invisible, o por lo menos tan invisible como ahora. Siempre he tenido, es verdad, una cierta tendencia a la invisibilidad, ya desde pequeño, como esos bebés que nacen con una coloración azulada en las pupilas o un brillo dorado en su incipiente cabellera, pero que enseguida se ve que van a acabar teniendo los ojos marrones o el pelo oscuro. Tengo, de hecho, un hermano que sí nació efectivamente invisible. Pero los médicos diagnosticaron un embarazo y parto histéricos. Menos mal que mi padre lo trajo para casa, sin darse cuenta, envuelto en unas toallas que había llevado al hospital, y durante sus primeros años yo me ocupé él, cuidándolo y alimentándolo en secreto. No lo veo mucho últimamente, porque anda siempre de viaje. Trabaja, desde hace años, en una compañía de ballet, sosteniendo a las bailarinas en el aire para que los muy paletos admiren sus piruetas como si fuesen realmente suyas. Pero está estudiando ofertas del equipo olímpico de salto y de varias productoras cinematográficas como encargado de efectos especiales. Precisamente el otro día me ha parecido verlo por la carretera, conduciendo un deportivo rojo impresionante y con una rubia de melena al lado. Pero luego me fijé en la matrícula y comprendí que se trataba sólo de un coche inglés conducido por una rubia de melena.
ACTIVIDADES
1-Explica con quién habla el personaje en este monólogo y cómo sabes de quién.
2- Explica si te parece divertido lo que se cuenta en el texto.
3. De qué tema hablarías en tu monólogo y por qué?
AYUDA PLEASE :)
heyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy-.-
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