sabiendo que la teoría del lamarckismo o transformismo es errónea, explica por qué.
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Respuesta:
Para una buena parte de la población, la evolución biológica consiste en esto: las especies van variando por la necesidad de adaptación al medio, y este proceso de cambio a menudo depende del uso (o falta de él) de ciertas partes del cuerpo. En un ejemplo clásico, la jirafa habría estirado el cuello ante la necesidad de alcanzar las hojas en las copas de los árboles. El problema es que esta idea, que según las encuestas está bastante generalizada, es errónea: no se corresponde con la teoría desarrollada por Darwin, la que más ha influido para comprender la evolución
Este concepto que hoy sigue triunfando en la imaginación popular es anterior a Darwin; se encuadra en la visión del francés Jean-Baptiste Lamarck (1 de agosto de 1744 – 18 de diciembre de 1829), un naturalista que aportó grandes contribuciones en el campo de la taxonomía. A él le debemos la acuñación del término “invertebrados” y la división de este grupo en diez categorías. Pero tal vez hoy se le recuerde más por la teoría que presentó por primera vez en una conferencia el 11 de mayo de 1800, y según la cual había una fuerza natural que obligaba a las especies a progresar hacia formas más complejas. A lo largo del proceso, las especies iban cambiando para adaptarse a su entorno; los ojos del topo se atrofiaban por la falta de uso, y este cambio se transmitía a la descendencia. En resumen, Lamarck se basaba en dos ideas, cambio adaptativo y herencia de los rasgos adquiridos durante la vida del individuo. Esta última ya formaba parte del pensamiento de otros naturalistas de su época.
Medio siglo más tarde, la selección natural de variaciones aleatorias, introducida por Darwin, aniquiló la idea de la mutación adaptativa. A finales del siglo XIX el alemán August Weismann refutó la herencia de rasgos adquiridos al proponer que los cambios en las células somáticas no afectaban a la herencia, dependiente solo de las células germinales, como el espermatozoide y el óvulo. Así, por mucho que una jirafa estire el cuello, este alargamiento no se transmitirá a su descendencia, ya que no deja huella en su esperma o en sus ovocitos.