Resumen no pegues tú chicle resumen y conclusión plis
Respuestas a la pregunta
1. He leído más de cinco versiones diferentes de aquella historia del generalísimo Santa Anna, quien además de rematar más de la mitad del país también introdujo a los estadounidenses en el hoy extraordinario negocio del chicle.
2. Quizá el señor Adams vio a Santa Anna masticando y le dijo: presta un chicle, y a partir de ese hecho se interesó en la goma; o a lo mejor fue el general, quien aburrido en su exilio, lo buscó para hacer negocio; o probablemente Adams descubrió que el chicle era mejor masticarlo que fracasar en su intento de vulcanizarlo y hacer llantas para bicicleta.
3. Como haya sido, ya todo es historia: la realidad es que hoy masticamos chiclets Adams y no chiclets Santa Anna, y que esto último no hubiera estado tan mal si al menos hubiese servido para crear una industria mexicana a partir de un patrimonio histórico. Y es que, aunque no lo digan ni los códices ni la historia de las golosinas, las comunidades mayas son las propietarias de la denominación de origen del chicle; término que sólo debería usarse para nombrar la goma obtenida del látex que se extrae del árbol chicozapote (Manikara zapota), producida en los bosques tropicales de la península de Yucatán (y también en Belice y el norte de Guatemala). Todo lo demás debería llamarse goma de mascar.
4. A principios del siglo XX se creó la primera fábrica de chicles, la Adams Chewing Gum Co., que producía chicles de verdad, es decir, con resina de chicozapote. El 95% de la producción se exportaba a los Estados Unidos y tan sólo en el estado de Campeche dos compañías controlaban 800 mil hectáreas de bosques tropicales dedicadas al chicle. Entre 1930 y 1940 Campeche exportó 1 801 041 kilogramos de chicle y, de haber continuado la explotación irracional, ya no habría bosque.