resumen informativo del libro "La casa de los gentiles"
Respuestas a la pregunta
En 1.288, el Rey de Castilla Sancho IV ordena asesinar al Señor de Bizcaya, quien muere sin hijos varones. En plena pugna por suceder al asesinado, la hija y el hermano de éste mueven sus peones. Bernardo López de Araya, fiel a la causa de la hija, es enviado al lejano mayorazgo de Armañón y Merueche, para reclutar a la poderosa familia De Llano a su causa. Pero pronto comprenderá que aquellas tierras montañosas, aquel estrecho villorrio encogido contra las rocas, esconden en su seno secretos anteriores a la propia cristiandad.
Esta novela se publicó por recomendación del jurado del Certamen Literario de editorial Libresa 2.008, entre más de cien obras presentadas.
Anochecía. Inexorable, ignorando las urgencias del solitario jinete, el fuego que durante toda la jornada había castigado sembrados y caminos se diluía despacio tras la sombra del Armañón. La luz, derrotada, sometida por el imperio de la oscuridad, se transformaba en un tenue brillo anaranjado, y las sombras se adueñaban de las crestas graníticas, de los extensos hayedos que le rodeaban, de los esporádicos y destartalados caseríos que apenas se vislumbraban colgados en equilibrio precario de la encrespada montaña. Azuzó el caballo, una leve comezón de inquietud naciendo de su espina dorsal, y éste, jadeante tras una jornada demasiado larga y calurosa, continuó exhausto la trabajosa ascensión.
Bernardo López de Araya escrutaba con nerviosismo cada recodo, cada peña erguida sobre la senda irregular, cada fugaz movimiento de una cabra descarriada, un perro al acecho, una esquiva ráfaga de viento danzando entre las ramas de robles y abedules. Furioso consigo mismo por su tardanza, frustrado por permitir a su mente dar inadvertido y sorprendente crédito a leyendas absurdas, oteó ansioso la agreste ladera, sin hallar aún rastro alguno de la villa misteriosa a donde se encaminaba.
Había perdido en Santecilla más tiempo del debido. Arrodillado en el duro mármol del templo, disfrutando en silencio del frío húmedo, relajante tras el agotador viaje, reconfortado bajo la imagen de la cruz, había dedicado casi dos horas a la meditación y la oración. Los sencillos campesinos y las comadres avejentadas le contemplaban con recelo y curiosidad: el ropaje brillante a pesar del polvo acumulado, la espada yacente a sus pies, el porte altivo, digno, y sereno, de un mandatario, portavoz y adelantado de la legítima Señora de Bizcaya. Él, por su parte, no había reparado en las gentes simples y rutinarias que llegaban, oraban en silencio y desaparecían sin ruido, abstraído como se encontraba en los mares del recogimiento, en la comunión con el Espíritu Santo. Por fin, exhaló un largo suspiro, y, tras santiguarse repetidas veces, retomó su camino.
Mientras cabalgaba, mientras la elegante torre de la iglesia, la decena escasa de hogares amontonados, el ganado disperso por las callejas se perdían a su espalda, el hueco en exceso vívido de su imaginación dibujaba, con pertinaz insistencia, el mundo árido, pecaminoso, siniestro, descrito por el párroco antes de otorgarle su bendición.
-“Aquel es un reducto de Satanás enclavado en el centro de nuestra tierra, hijo mío. Hacedme caso, y retroceded. Explicadle a vuestra Señora, que es la nuestra, que nada bueno saldrá de la alianza con esos hijos del diablo. Desde tiempo inmemorial, desde que el más viejo habitante del valle tiene uso de razón, la familia De Llano y todos los habitantes de su infecto feudo están poseídos por un demonio inmundo, que corroe las virtudes y los cimientos mismos de la cristiandad. Acá”- bajó la voz, y acercó mucho su anciana anatomía al cuerpo alto y fornido del caballero para hacerse escuchar –“damos por hecho que mantienen un pacto con Lucifer, y que esconden, bajo las entrañas de la montaña, un ejército de demonios a los que alimentan con la sangre de las doncellas. ¿Para qué?. Solo el Altísimo puede responder a esta pregunta, pero, hijo mío, si la Señora obtiene una alianza con esta gente, será su propia reputación, y, lo que es más grave, su propia condición de hija de nuestro señor Jesucristo, la que se verá dañada. Perderá el celestial reino, si recupera el terrenal con su ayuda”-.
espero que te sirva................................