Resumen del libro ¡siempre pícaros!
Porfavor es para hoy es de lengua
Respuestas a la pregunta
La picaresca irrumpe en el siglo XVI como una respuesta realista y crítica a novelas que deleitaban al lector de novelas de caballerías o pastoriles, que presentan un mundo idealizado y feliz, en el que se engolfaban. Entre tanto en el Reino de España no se ponía el sol y se disfrutaba de una situación política y social placentera, acaso más aparente que real; más de unos pocos que de la mayoría social.
Después de la relectura de un buen número de novelas de Alemán, Cervantes, Espinel, Quevedo, Salas Barbadillo y Vélez de Guevara, además del Lazarillo, revolotearon en mi cabeza durante un tiempo muchos personajes, aventuras y lugares. Todos no tenían cabida en una obra teatral, pero muchos de ellos merecían su presencia sobre un escenario; por otra parte, las historias narradas, al concentrarse y expurgar lo narrativo, perdían entidad o resultaban inverosímiles. Asimismo, no quería utilizar la anti-teatral figura del narrador, que enlaza situaciones dramáticas, para subir al escenario una sola novela picaresca: eran los propios personajes los que debían conducirlas.
Con semejante inquietud y el afán de protagonismo de la pícara Justina, Obregón, Cleofás, Esperanza y muchos más, pensé en el entremés, una forma teatral, muy utilizada en el siglo de oro, cuyos orígenes se remontan a los inicios del siglo XV, documentados en Valencia, aunque fuera Joan Timoneda el acuñador de este término, cuando presentó su colección Turiana en 1565. La expresión logró fortuna y fue acogido por otros ilustres dramaturgos, Lope de Rueda, Cervantes, Quiñones de Benavente, creador del célebre Juan Rana, para titular de forma genérica estas piezas cortas.
Los entremeses se acomodaban bien al propósito de presentar sobre una escena contemporánea un retablo de personajes y esbozar la España de la época de la novela picaresca y de siempre, también la del siglo XXI. Los entremeses son piezas cortas, en su día representadas entre jornadas de comedias aún sin relacionarse temáticamente con ellas, que reflejaban hechos contemporáneos, tomados de la sociedad y personificados por aquellos que carecían de alcurnia; episodios concatenados, unidos en la figura del protagonista, que basaba su acción en el engaño.
Con esta falsilla, aboceté tres historias, que se inscribieran en la España de ayer, pero que permitieran al espectador de hoy reconocerlas por la semejanza con otras más próximas, conocidas a través de los medios de comunicación, que se fijan en comportamientos “picaros” de una sociedad que, sin valores, también camina hacia un precipicio. Así nacieron Con gracejo sevillano, un verdadero combate para ver quién es más sagaz, quién engaña a quién; El otro estudiante de Salamanca, donde todos intentan aprovecharse de un inocente joven que llega a la ciudad de los saberes con la intención de aprender; y La tía fingida, inspirada en una novela breve atribuida a Cervantes, que recoge las mañas y tretas de hace siglos con la invención de un “nuevo perfil” para una joven, mediante la elaboración de un post relato, trufado de post verdad; o sea, un engaño. Todo está inventado y lo único que hacemos es repetir la historia con toques de modernidad.
Sobre estas tres historias, me pareció interesante volcar episodios, entresacados de un buen número de novelas picarescas y con la intención de abrir el apetito, despertar la curiosidad, por un género literario, que merece la pena su puesta en valor. Al tiempo, realizar un ejercicio de intertextualidad, mantener el lenguaje de los diálogos de las novelas, trasladado a su enunciación teatral, pero con respeto a expresiones, formas enunciativas, construcciones prototípicas de la picaresca o palabras polisémicas, y la imitación de esta forma de escribir cuando las situaciones son nuevas. No solo me ha movido el afán de recuperación de formas antiguas del habla, sino la creencia de su fuerte carácter expresivo, su capacidad para concentrar muchas ideas en pocas palabras (la economía del lenguaje por el conocimiento de este) y su valor irónico, que deja ese poso amargo tras la treta engañosa que se cobra una víctima. Bernardo García-Bernalt Alonso incorpora la música a estos entremeses que, como antaño, era un elemento recurrente.
Los personajes, con nombres prestados de las novelas, poseen un desarrollo pequeño en consonancia con la extensión del entremés, pero he procurado que cada uno tuviera un comportamiento que le distinguiera, un objetivo y trazarle un camino para conseguirlo, de modo que los ineludibles conflictos de toda obra dramática y canónica se produjeran y el cambio de situaciones sucediera. Unos personajes incitarán a la ternura o la compasión, otros producirán divertimento por el ingenio, pero todos, espero, que resulten reconocibles por su analogía con algunos de la actualidad y permitan así plantearse preguntas que aproximen a la catarsis teatral
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