resumen del guachirongo
Respuestas a la pregunta
Explicación:
Así como hay ciudades o pueblos afamados por la altura de un pico o la hondura de un zanjón, por el número de sus torres o por el tamaño de sus toronjas, así hay en el Oeste -en nuestro Oeste venezolano- una ciudad muy celebrada por sus puestas de sol, por la majestad y belleza de sus crepúsculos. Sus moradores son entendidos y expertos en esta materia, doctos en ella, y así dicen, a veces, por ejemplo: "Este verano hemos tenido los crepúsculos más raros -o más largos, o más bellos-, que hemos visto en mucho tiempo".
No sé si esto ha llegado a reflejarse en el carácter de la generalidad de entre ellos; pero un hombre que vivió en estos parajes, un simple de espíritu a quien apellidaban por burla Guachirongo, sí vivió (y murió tal vez realmente) entre las nubes del crepúsculo. Guachirongo hallábase afligido de toda clase de pobrezas y miserias; sus ropas no eran más que harapos; los cabellos le resbalaban en grasientas guedejas por la nuca, la frente y las orejas, y hasta le tapaban los ojos. Así andaba, y algunos perros hambrientos - tan hambrientos y miserables como él mismo - lo seguían por todas partes adonde iba.
Y Guachirogo no tenía ningún inconveniente en ponerse a bailar en medio de la calle, si se lo pedían chicos o grandes; o también, así de repente, sólo porque le venían ganas a él, a la hora del atardecer, mirando un crepúsculo encendido. Fuera de esto, y por extraño que parezca, Guachirongo vendía gritos. Le decían:
-¡Un grito, Guachirongo!
Pero los gritos de Guachirongo eran al precio de tres por locha, ni uno más, ni uno menos; sobre esta base el trato se hacía, se cerraba el negocio, y Guachirongo lanzaba tres gritos sonoros, poderosos, retumbantes, que hubieran despertado la alarma en el vecindario y sus contornos si no fuera porque ya todos por allí sabían muy bien que era aquél el negocio del Guachirongo.