Resumen del cuento Mago Giro
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Había una vez un pobre mago que se llamaba Giró. Parece un contrasentido: en los cuentos no encajan juntas la palabra mago y la palabra pobre. Pero aquel mago, a pesar de ser un auténtico mago, era muy pobre porque hacía algún tiempo que no tenía clientes.
—¿Será posible —se desesperaba— que ya no haya nadie que me necesite? Hubo un tiempo en el que tenía tantos clientes que no alcanzaba a atender a todos. Unos venían por una magia, otros por otra. Y yo, no lo digo por presumir, de magia sé mucho... Voy a irme a dar una vuelta por el mundo a ver qué ha pasado. Si ha aparecido un mago mejor que yo, quiero conocerle.
Dicho y hecho, el mago empaquetó sus cosas más preciadas —la varita mágica, el libro de los encantamientos, dos o tres polvillos milagrosos— y se puso en camino.
Andando y andando, al caer la noche llega ante una casita. Llama. Toc toc. Con el fontanero, ¿no lo ha oído? Es una gran comodidad el teléfono...
El mago también registró en su cerebro esta palabra: «Otro mago del que nunca había oído hablar. Qué barbaridad, cuánta competencia...».
Luego dijo:
—Escuche, señora, si necesita ver a alguna persona lejana como si estuviera aquí, en esta habitación, no se ande con rodeos: llevo otros polvos mágicos mediante los cuales...
—¡Cielos! —chilló la señora interrumpiéndole—. Hoy estoy francamente distraída. Me había olvidado de encender el televisor para ver el concurso desde aquí. ¿Sabe que mi hijo es campeón en descenso. Voy a encender en seguida, a lo mejor todavía llegamos a tiempo... Pues sí, vaya suerte, es aquél de allí, aquél es mi hijo, el que recibe todos esos apretones de mano. Se ve que ha vuelto a ganar. ¿Ve qué guapo es? Y pensar que casi me pierdo la transmisión. Menos mal que me lo ha recordado. ¿Sabe que es verdaderamente un mago?
—Sí, señora, ya se lo he dicho, Mago Giró.