resumen del capitulo 2 de la religión
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Explicación:
ctual; el objeto de la religión, en cambio, es un objeto exquisito: es el ser más absoluto, más sublime y supremo; supone esencialmente un juicio crítico, o sea la diferencia entre lo divino y lo que no es divino, entre lo que es digno de ser adorado y lo que no lo es (2). Vale por lo tanto aquí sin restricción alguna; la tesis que afirma: el objeto del hombre no es otra cosa que su esencia objetivada. Así como el hombre piensa, así como él siente, así es su Dios; este es el valor que tiene el hombre y este es el valor que tiene su Dios. La conciencia de Dios es la conciencia que tíene el hombre de sí mismo, el conocimento de Dios es el conocimiento que tiene el hombre de sí mismo. Conoces al hombre por su Dios, y viceversa, por su Dios conoces al hombre; ambas cosas son idénticas. Lo que para el hombre es Dios, es su espíritu y su alma; y lo que es el espíritu del hombre, su alma, su corazón, es precisamente su Dios, y Dios es el interior revelado, el yo perfeccionado del hombre; la religión es la revelación solemne de los tesoros ocultos del hombre, es la confesión de sus pensamientos íntimos, la proclamación pública de sus secretos de amor.
Pero si la religión, la conciencia de Dios, es llamada la conciencia del hombre de sí mismo, entonces esto no debe entenderse como si el hombre religioso se diera cuenta de que su conciencia de Dios es la conciencia de su esencia; pues el defecto de esta conciencia motiva precisamente la esencia particular de la religión. Para suprimir este error sería mejor decir: la religión es la conciencia primaria pero indirecta que tiene el hombre de sí mismo. Por eso, la religión siempre precede a la filosofía, tanto en la historia de la humanidad como en la historia de cada individuo. El hombre busca su esencia primaria fuera de sí, antes de encontrarse en sí mismo. La esencia propia le es, en un principio, un objeto que pertenece a otro ser. La religión es la esencia individual de la humanidad; pero el niño ve su esencia como si fuera de otro hombre -el hombre, cuando niño, se objetiva como si fuera otro hombre-. Por eso la evolución histórica en las religiones, consiste en que lo que en las religiones anteriores se consideraba como objeto, ahora es considerado como algo subjetivo, es decir, lo que antes se creía y se adoraba como Dios, se sabe ahora que es algo humano. La religión anterior es idolatría para la posteridad: el hombre hizo adoración de su propia esencia. El hombre se ha objetivado, pero no se dio cuenta que el objeto era su propia esencia; la religión posterior hace este paso; cada progreso de la religión es, por lo tanto, un conocimiento más profundo de sí mismo. Pero cualquier religión que llama a sus hermanas mayores idólatras, se exceptúa a sí misma -y esto necesariamente, porque de lo contrario ya no sería religión- de la suerte general o sea de la esencia de la religión; pues atribuye a las demás religiones, lo que es la culpa de la misma religión -si es que se puede hablar de culpa-. Pcrque tiene otro objeto, otro contenido, porque se ha elevado más arriba de las influencias de las religiones anteriores, se cree elevada sobre las leyes necesarias y eternas, que fundamentan la esencia de la religión y cree que su objeto, su contenido, sea sobrehumano. En cambio, el pensador advierte la esencia de la religión oculta a ella misma, pues el objeto del pensador es la religión que no puede ser objeto de ella misma y nuestra teoría consiste en demostrar que la contradicción que hay entre lo divino y lo humano es ilusoria, es decir, que no es otra cosa que la contradicción que existe entre la esencia humana y el individuo humano, que, por lo tanto, también el objeto y el contenido de la religión cristiana son absolutamente humanos.
La religión, por lo menos la cristiana, consiste en el comportamiento del hombre para consigo mismo o, mejor dicho: para con su esencia, pero considerando a esa esencia como si fuera de otro. La esencia divina no es otra cosa que la esencia húmana o, mejor dicho: la esencia del hombre sin límites individuales, es decir, sin los límites del hombre real y material, siendo esta esencia objetivada, o sea, contemplada y venerada como si fuera otra esencia real y diferente del hombre. Todas las determinaciones de la esencia divina son por ello determinaciones de la esencia humana