Resumen de la tienda de equipajes crónicas marcianas
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Cuando Ray Bradbury publica en 1950 sus Crónicas marcianas, rápidamente logra posicionarse como uno de los más influyentes autores de la ciencia ficción moderna y, es que, aprovechando un estilo narrativo sólido y metafórico, consigue una serie de relatos llenos de escenarios desolados y atmósferas asfixiantes que llegan a tornarse aterradores ante el devenir de un futuro inminente y la posibilidad, no lejana de la realidad en el pensamiento de la década de los 50’s, de realizar futuros viajes al espacio.
Bradbury parte del entonces distante año de 1999 y, dando ciertos guiños hacia la novela, presenta su muy personal visión de lo que significaría la colonización de otro planeta. En este caso, Marte es representado como una civilización avanzada con siglos de existencia, con grandes ciudades y habitantes que se comunican por medio de telepatía y que son capaces de conocer los pensamientos de otros seres. Desde el comienzo, cuando nuestro narrador describe un verano momentáneo en medio del invierno ocasionado por la combustión de un cohete, estos se convierten en un símbolo de conquista que perdurará hasta el final de la obra, en una metáfora de la destrucción que el hombre llevará hasta los confines de otro mundo y que a lo largo de los años provocarán el final de toda una cultura, pues en ellos se transporta no sólo a los habitantes de la Tierra, o como la ha llamado Bradbury, del Tercer Planeta, sino que se acarrean los males que han diezmado a la humanidad: las ambiciones, las guerras, la contaminación, la tecnología dando pasos monumentales.
A través de sus páginas Bradbury no sólo imagina las consecuencias de lo ya dicho, también analiza de fiero modo el comportamiento del hombre ante situaciones como el odio generado por el racismo, léase el caso de “Un camino a través del aire” o bien, el odio ante las situaciones que generan impotencia, tales como la injusticia de invadir un mundo no destinado a los hombres y destruirlo poco a poco como muestra el texto “Aunque siga brillando la luna”. Para Bradbury, el hombre es pequeño y breve y este, en su infinita arrogancia lo destruye todo.
Es posible que el mejor relato del libro, o tal vez haya sido este mi preferido, sea “Usher II”; Bradbury ofrece una espléndida versión futurista de “La caída de la Casa Usher”, de Poe y toca un tema que posteriormente verterá en otra de sus muchas obras maestras, Fahrenheit 451. Aquí la literatura es vista como una aberración y la lectura representa un delito, y se abole a través de la quema de libros. Bradbury hace gala de sí mismo como un gran conocedor de la obra de Poe y en general del campo de la literatura fantástica.
Miraron la Casa, sonriendo. Las paredes empezaron a abrirse por el medio, como en un terremoto, y mientras Stendahl observaba la magnífica escena, oyó a Pikes que recitaba detrás de él en un tono bajo y cadencioso:
–«Cuando vi que las enormes paredes se hundían, sentí un vértigo… Se oyó un largo ruido tumultuoso, como la voz de innumerables cataratas, y la laguna profunda y oscura que había a mis pies se cerró triste y silenciosamente sobre las ruinas de la casa Usher.»
Destaco, para concluir y, porque no es este sitio para analizar todos los relatos sino simplemente invitar a su lectura, el texto titulado “Los largos años”, ambientado en un no tan lejano 2026, pues contiene una conmovedora visión del hombre frente a la muerte y la zozobra abismal del miedo a la soledad. Una obra que definitivamente debe ser leída por todos.
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Ojala sirva