resumen de la pelicula sobibor, pero quiero que sea largo el resumen
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En el panorama de un cine como el popular ruso que se hace hoy día, el cual pretende competir, en términos de elefantiasis y mímesis, con los grandes blockbusters made in USA, un título como Sobibor escapa un tanto del principal vicio/problema de estas grandes producciones: su servilismo ideológico hacia el régimen del siniestro primer ministro Putin. Lo hace principalmente en la temática elegida: la sublevación de los prisioneros judíos del campo de concentración/exterminio de Sobibor. El cine ruso actual (y el de la extinta URSS) ha olvidado sistemáticamente la historia y el drama que la comunidad judía sufrió, ya desde los tiempos del zar Alejandro II, en sus carnes. Que se les trate aquí, más que como silenciosas víctimas, como personas y parte de la Unión Soviética, ya es una novedad. Esto podría discutirse en parte, claro, porque la película pone su mirada (de manera casi mesiánica) en la figura del protagonista, el oficial soviético Alexander Rochenski (interpretado por el director del film, el un tanto asimismo endiosado Konstantin Khabenskiy). Oficial judío, y pese a que eso se trata un poco light, algo insólito en el nuevo cine ruso: un héroe ruso… presentado como liberador soviético, eso sí.
Más allá de estos asuntos extracinematográficos (añadan esto al guiso: Khabenskiy se hizo cargo de la dirección al abandonar la película, por “diferencias creativas”, el director inicial), Sobibor destaca no por esa grandilocuencia épica que la URSS y la Rusia actual saben plasmar en barrocas imágenes (la secuencia del campo minado donde los cuerpos estallas y caen cual extras de las escalinatas de El acorazado Potemkin), o por su manejo de los recursos de la acción bien copiados del Hollywood sincopado contemporáneo, sino por los instantes de sobriedad narrativa. Valga como ejemplo la escena, sin palabras, que sigue el camino de cierto anillo hasta unas manos familiares. Así, lejos de propagandismos, o de malas conciencias, o de la psicotrónica aparición de Christopher Lambert embutido en un uniforme nazi, Sobibor (que a ratos recuerda a aquellas inexplicables y estimulantes coproducciones bélicas entre la Yugoslavia del mariscal Tito y Estados Unidos) acaba imprimiendo imágenes perdurables en nuestra memoria cuando se para a mirar a los ojos de sus mujeres y hombres, desamparados ante el Mal.
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