resumen de la obra elenita me muero por ti
Respuestas a la pregunta
El salón daba a un jardín lleno de flores. El Bebe puso el mismo disco por cuarta vez y ordenó: “Levántate y no seas aguado, es por tu bien”. Alberto se había desplomado en su sillón, rendido de fatiga. Pluto y Emilio asistían como espectadores a las lecciones, y todo el tiempo hacían broma, lanzaban insinuaciones, nombraban a Helena. Pronto se vería otra vez en el gran espejo de la sala, meciéndose muy seriamente en los brazos del Bebe, la rigidez se apoderaría de su cuerpo y Pluto afirmaría: “Ya está, de nuevo bailas como un robot”
“Listo, dijo el Bebe. Ahora me llevas tú”.
“Vas bien, decía este, pero es cuestión de mover sólo los pies. Tienes que acostumbrarte a llevar a tu pareja como se debe. No tengas miedo, la chica se da cuenta ahí mismo. Plántale la mano encima, fuerte, con raza. Le aprietas la mano con la izquierda, así, y si notas que te da entrada, la acercas poquito a poquito, empujándola por la espalda, pero despacio, suavecito. Si la muchacha se respinga o se echa atrás, te pones a hablar de cualquier cosa, habla y habla, risa y risa, pero nada de aflojar la mano…”.
El vals ha terminado. El Bebe apaga el tocadiscos.
- Este sabe las de Quico y Caco – dice Emilio, señalando al Bebe -. ¡Qué sapo!
- Ya está bien – dice Pluto-. Alberto ya sabe bailar.
- Pero sólo ha aprendido el vals y el bolero – dice el Bebe -. Le falta el mambo.
Alberto se estremeció: “Tocarán mambos toda la noche. ¿Me pasaré toda la fiesta sentado en un rincón, mientras los otros bailan con Helena?”.
- Espera, hombre – replicó Emilio-. Luego Pluto te enseña. Conversemos un rato.
- Cada vez que hablamos de la fiesta, Alberto se pone pálido – dijo el Bebe-. No seas tonto, hombre.
Está vez Helena te va a aceptar. Apuesto lo que quieras.
- Está templado hasta los huesos – dijo Emilio.
- Esta vez te va a hacer caso- dijo el Bebe a Alberto-. El otro día, cuando estábamos conversando en la casa de Laura, Helena preguntó por ti y se puso muy colorada cuando Tico le dijo “¿lo extrañas?”
- ¿De veras? – preguntó Alberto.
- Lo que pasa – dijo el Bebe – es que a los mejor no te declaras bien. Trata de impresionarla. ¿Ya sabes lo que vas a decirle?
- Más o menos – dijo Alberto -. Tengo una idea.
- Eso es lo principal – afirmó el Bebe -. Hay que tener preparadas todas las palabras.
- Depende – dijo Pluto -. Yo prefiero improvisar. Vez que le caigo a una chica, me pongo muy nervioso, pero apenas comienzo a hablarle se me ocurren montones de cosas. Me inspiro.
- No – dijo Emilio-. El Bebe tiene razón. Yo también llevo todo preparado. Así, en el momento sólo tienes que preocuparte de manera como se lo dices, de las miradas que le echas, de cuándo le coger la mano.
- Tienes que llevar todo en la cabeza – dijo el Bebe.
- Sí - afirmó Alberto. Dudó un momento- : ¿Tú que le dices?
- Eso varía – repuso el Bebe -. Depende de la