Castellano, pregunta formulada por leslymoreno91, hace 8 meses

resumen de la obra clausula testamentaria de Joaquín María ​

Respuestas a la pregunta

Contestado por Yiresophia
8

Respuesta:

Soares hizo el cajón en que fue introducido el cuerpo del pobre

Nicolás B. de C.; lo fabricó él mismo, con amore; y, por fin, con un gesto cordial, pidió que se le autorizará a no recibir ninguna remuneración. Se daba por bien pagado; el favor que le concediera el difunto era en sí mismo un premio insigne. Sólo deseaba una cosa: copia del texto original de la cláusula. Se la dieron; él la mandó enmarcar y la colgó de un clavo, en el negocio. Los otros fabricantes de cajones, pasado el asombro, exclamaron que la disposición testamentaria era una desmesura. Felizmente —y ésta es una de las ventajas de la organización social—, felizmente todas las demás clases entendieron que aquella mano, brotando del abismo para bendecir la de un obrero modesto, había practicado una acción rara y magnánima.

Nicolás. Murió su padre en 1807 y su madre en 1809; su hermana se casó con un médico holandés trece meses después.

Nicolás pasó a vivir solo. Tenía veintitrés años; era uno de los petimetres de la ciudad; pero un petimetre singular, que no podía toparse con ningún otro, ya fuese más favorecido de facciones, o portador de algún chaleco especial, sin que padeciese un dolor violento, tan violento que lo obligaba a veces a morderse el labio hasta hacerlo sangrar. Había ocasiones en que se tambaleaba; otras en que le corría por la comisura de la boca un hilo casi imperceptible de espuma. Y el resto no era menos cruel. Nicolás quedaba, entonces, ríspido; en su casa todo le molestaba, todo le resultaba incómodo, todo nauseabundo; hería la cabeza de los esclavos con los platos, que además terminaban rotos, y perseguía a los perros a patadas; no tenía un minuto de tranquilidad, no comía, o comía mal. Por fin se dormía; y menos mal que dormía. El sueño reparaba todo.

Despertaba plácido y afable, con alma de patriarca, y besaba a los perros entre las orejas, dejándose lamer por ellos, dándoles lo mejor de sí, entablando con los esclavos relaciones más familiares y tiernas. Y todos, perros y esclavos, olvidaban los golpes de la víspera, y acudían a su llamado obedientes, enamorados, como si éste fuese el verdadero señor y no el otro.

  • coronita plis

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