resumen de la leyenda Gnomo
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
El gnomo’ es una popular leyenda de Bécquer, que sitúa en la zona de Aragón, en pleno monte del Moncayo. Se trata de una leyenda de misterio para adolescentes y adultos, centrada en la existencia de unos diabólicos seres, los gnomos, que buscan apresar a los más codiciosos.
Explicación:
Hace mucho, en las faldas del Moncayo, existía una pequeña aldea en donde las jóvenes iban cada día a por agua al manantial. El agua dulce y cristalina llegaba hasta allí gracias a un arroyo que nacía en la misteriosa cumbre del Moncayo y se escurría hasta las faldas de la montaña. Allá era donde acudían las chicas con sus cántaros.En aquel pueblo vivía también un anciano de blancos cabellos y ojos muy alegres y llenos de vida. Se llamaba Gregorio, y a las jóvenes les encantaba escuchar sus historias, porque contaba con muchas y a menudo, inquietantes y misteriosas.
Un día, Gregorio llamó a las jóvenes que bajaban del arroyo ya casi a la hora de la puesta de sol. Ellas acudieron rápido a su llamada. ¡No iban a desperdiciar la oportunidad de escuchar una historia de Gregorio!
– Dinos, dinos, Gregorio. ¡Cuéntanos una de tus historias!- dijeron las chicas, dejando los cántaros llenos de agua en el suelo.
– Bueno, esta vez preferiría daros un consejo.
– ¿Consejo? ¡Ese ya nos los da el señor cura!- protestó una de las jóvenes.
– El señor cura no sabe que cada día bajáis más tarde del arroyo. No podrá daros este consejo… Creedme. Lo hago para acaso salvaros la vida.
Gregorio comenzó entonces a contar su historia:
– Veréis. Hace mucho, un pastor que andaba por el monte, perdió a una de sus ovejas. El animal se empeñó en subir hasta la cumbre del Moncayo, y aunque el zagal había escuchado historias que le advertían del peligro de subir hasta allá, no pensaba dar por perdido a su animal. Así que llegó hasta la cumbre y entró en una cueva en busca de su oveja.
Al principio parecía una gruta más, pero según iba avanzando, se dio cuenta de que las paredes brillaban más… ¡estaban adornadas con filas de oro, plata y piedras preciosas! Allí había zafiros, diamantes y esmeraldas Al llegar a una enorme explanada, vio apiladas en montañas enormes piedras preciosas. Y escuchó el sonido del borboteo del agua.
– ¡Aquí nace el manantial de la fuente!- se dijo.
Y se vio atraído por aquel sonido. Deseaba de veras ver la cascada que daba vida al arroyo. Y entonces les vio… unos seres realmente repugnantes, pequeños, casi transparentes, mitad enanos, mitad reptiles, que gritaban y chapoteaban en el agua. Algunos bailaban, algunos engullían alimentos y otros simplemente se balanceaban entre las ramas de los árboles.
Asustado por aquella visión, el pastor decidió salir de allí, alertado por las terribles historias de gnomos que se contaban. Pero antes de salir, se vio tentado a llevarse alguna piedra preciosa. Hubiera sido su perdición.
Menos mal que en ese momento, ya cuando los gnomos iban a entrar en donde él estaba, sonó la campana de la iglesia anunciando la hora del Ave María, y de pronto el joven reaccionó y no sabe cómo, se encontró de pronto fuera de la cueva y con su oveja al lado. Corrió ladera abajo y contó a todos lo que había visto. Al pasar por la fuerte, como ya era de noche, escuchó el sonido de los gnomos que le llamaban, con voces sugerentes, como las de las sirenas, pero se tapó los oídos y siguió su camino.Las chicas estaban totalmente petrificadas por el miedo.
– Pero… ¿Quieres decir que por la noche los gnomos tea pueden atrapar?- dijo al fin una de ellas.
– Eso es- contestó pausado Gregorio- Sus voces llegan hasta la fuente y te atrapan. Incluso dicen que algún gnomo baja hasta la ladera para que le sigan. También han visto en el agua del manantial resto de polvo de oro. Y ahora ya sabéis, jóvenes, por qué no debéis permanecer allí más allá de la puesta de sol.
Las chicas se hicieron entonces con sus cántaros y se alejaron silenciosas a sus casas. De entre todas ellas, Marta y Margarita, que eran hermanas, se miraban con inquietud. ¡Eran tan distintas! Mientras que Marta, la mayor, morena y altiva, era más ambiciosa y temperamental, la pequeña Magdalena, inspiraba ternura y bondad a su paso. Con sus largas trenzas rubias y sus ojos azules, parecía una dulce niña e irradiaba luz.
– Oye, Marta, ¿tú has creído la historia de Gregorio?- preguntó entonces Marta.
– Claro, yo creo todo lo que quiero creer- le contestó con algo de desdén Marta.
Al día siguiente, las chicas fueron como de costumbre a por agua a la fuente. Todas, menos Marta y Magdalena, que esperaron a que se fuera el sol para acudir al manantial. Sin embargo, salieron por diferente camino y no se encontraron. Así, mientras que Marta llegó hasta la misma fuente con su cántaro, Magdalena se detuvo un poco antes de llegar, atraída por el sonido del viento. Tanto Marta, como Magdalena, empezaron a escuchar extraños sonidos de la Naturaleza.