resumen de la leyenda del café
Respuestas a la pregunta
Una leyenda atribuye su descubrimiento a un pastor local llamado Kaldi, quien observo el efecto reanimante ejercido en sus cabras tras comer unos frutos rojos de un arbusto. Tras probarlos él mismo se sintió con más vigor y energía. Aunque con toda probabilidad, las tribus africanas lo conocían desde la Antigüedad utilizando los granos molidos para alimentar a los animales, dar fuerzas a sus guerreros, y soportar las largas ceremonias religiosas
Su popularidad llegaría tras la introducción de éste en Arabia, donde Yemen se convertiría en un importante centro de cultivo y distribución por todo el mundo musulmán.
La historia del café, tal y como la describe una antigua leyenda, se remonta al siglo XI en las zonas más fértiles d’Abisínia, actual Etiopía, donde también se sitúa el origen del árbol del café. Dice la leyenda, narrada y en ocasiones transfigurada, pero preservando siempre su esencia, que el descubridor fue un pastor de cabras llamado Kaldi.
El pastor, sorprendido por la actitud fuertemente estimulada de sus cabras cuando pasturaban por las colinas, acabó por descubrir que la causa de la agitación de su ganado se debía al consumo de unos pequeños frutos rojizos de unos arbustos cercanos. Intrigado, los probó también él.
Con las energías renovadas y con los efectos del sueño totalmente disipados, Kaldi se hizo con unos cuantos frutos y los llevó a un monasterio cercano, donde los monjes, movidos por la curiosidad y la intriga, prepararon una infusión. Ante la atenta mirada de Kaldi, los monjes degustaron el brebaje y con una mueca de asco se detuvieron. El sabor era desagradable y sin gracia alguna, hasta tal punto que, con desprecio, lanzaron los frutos que sobraron de los que había traído Kaldi a la hoguera.
Pero la casualidad hizo que uno de los monjes se mantuviera atento y se percatara del agradable olor que desprendían los granos de aquellos frutos mientras se tostaban. Y con gesto, recuperó los granos tostados para hacer de nuevo una infusión que, esta vez sí, tendría un sabor intenso, amargo y delicioso.
Desde entonces, el consumo de café se popularizó y se extendió por todo Etiopía y, cruzando el Mar Rojo, llegó a las costas del Yemen y de Arabia, donde gracias a la prohibición del alcohol por parte del islam, su consumo se volvió exponencial. El virtuosismo del café, primero en el mundo islámico y más adelante también en occidente, nos ha dejado anécdotas curiosas, pero esto corresponde a otra historia que, si es pertinente, comentaremos en la próxima publicación.