Castellano, pregunta formulada por Artur134Jaja, hace 8 meses

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Respuestas a la pregunta

Contestado por mamasusanita
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Respuesta:

“Dos amores quisieron construir dos ciudades –escribe san Agustín en su famosa obra teológica ‘De Civitate Dei’—: el amor de Dios hasta el desprecio del mundo y de sí mismo, y el amor del mundo y de sí mismo hasta llegar al desprecio de Dios”.

Esto es lo que nos enseña el Evangelio de hoy, con el que iniciamos este período litúrgico de la Cuaresma: las tentaciones de Jesús en el desierto.

Jesucristo nuestro Señor, a pesar de ser Dios, no quiso verse libre de las tentaciones porque quiso experimentar en su ser todas las debilidades de nuestra naturaleza humana y poder, así, redimirnos: “Se hizo semejante a nosotros en todo, excepto en el pecado –nos dice la carta a los hebreos (Hb 4, 15)— para poder expiar los pecados del mundo”. Pero no sólo. Además, padeciendo la tentación, quiso darnos ejemplo de cómo afrontarlas y vencerlas. Nos consiguió la gracia que necesitábamos y nos marcó las huellas que nosotros debemos seguir para derrotar a Satanás, como Él, cuando se presente en nuestra vida.

San Agustín, en efecto, nos dice: “El Señor Jesucristo fue tentado por el diablo en el desierto y en Él eras tú también tentado. Cristo tenía de ti la condición humana para sí, y de sí la salvación para ti; tenía de ti la muerte para sí y de sí la vida para ti; tenía de ti ultrajes para sí, y de sí honores para ti.

¿Y cuál ese ejemplo que Cristo nos dejó para que nosotros aprendamos de Él? El Evangelio de hoy es sumamente elocuente y pedagógico en este sentido. Veámoslo.

Ante todo, el demonio es un hábil oportunista que sabe sacar el mejor partido de las ocasiones peligrosas y de nuestras debilidades. Después de que nuestro Señor había ayunado cuarenta días y cuarenta noches –en la Biblia el número cuarenta es simbólico, y quiere decir “bastante tiempo”, un tiempo de plenitud y perfección— el demonio lo tienta por el lado débil: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”.

Pero nuestro Señor no se deja vencer. Él no dialoga ni un instante con el tentador ni se pone a considerar si esa propuesta es buena o interesante... No. Jesús rompe enseguida, y usa como único argumento la Palabra de Dios: “Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

El segundo asalto de Satanás: la vanagloria, la ostentación, la búsqueda de triunfos fáciles y rápidos. El demonio quiere que Jesús use ahora su poder para impresionar y “apantallar” a toda la gente. Si se tira del pináculo del templo y los ángeles de Dios lo recogen en sus manos, todo el mundo sabrá que de verdad Él es el Hijo de Dios y quedará conquistado en un instante.

Pero Jesús vuelve a ser tajante con el tentador y de nuevo usa como arma la Palabra de Dios: “También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”. Está claro que Dios puede hacer lo que quiera, porque es Omnipotente, pero Cristo sabe que no debe “obligarle” a actuar de determinada manera haciéndole peticiones inoportunas que no están dentro de su plan de salvación.

Tercer asalto: la ambición del poder, la apostasía, el tratar que Jesús renuncie a la total dependencia de Dios. El demonio lo lleva ahora a una montaña altísima y le muestra todos los reinos del mundo y su esplendor, y le dice: “Todo esto te daré si te postras y me adoras”. ¡Esta tentación era mucho más terrible, insolente y descarada que las dos anteriores!

Explicación:

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