resumen de el hombre que no podia mentir capitulo VI
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Una curiosa arquitecta, que se dispone a restaurar una antigua casona, descubre en un baúl una biografía de Manuel Belgrano, escrita por una amiga y vecina de la familia: Doña Trinidad. El documento repasa la vida política y militar, y nos devela las intensas vivencias de Manuel Belgrano.
Explicación:
Respuesta:
La casa era una triste ruina. Magalí miró a su alrededor, vio los pisos de baldosas rotas, las gruesas
puertas de madera apolillada, las paredes descascaradas, las molduras de los techos destruidas…
y suspiró de pura felicidad. Era una ruina pero
¡era suya! Y de sus padres, claro. Pero un poquito
más suya, porque ella la había elegido.
Magalí era una arquitecta joven y no había comprado la casa porque sí. Se había dado cuenta de que
esa construcción, que parecía una ruina, en realidad
estaba hecha de materiales nobles y duraderos.
Alguna vez había sido una casa muy linda y muy
lujosa. Con todos sus ahorros, más la ayuda de sus
padres, más la herencia de una tía abuela que había
vivido en Estados Unidos, consiguió comprar esa
casa viejísima, en un barrio alejado y no muy bueno
pero con posibilidades de mejorar. Le quedaba
6Ana María Shua
suficiente dinero como para restaurarla y convertirla
otra vez en la mansión que debió ser alguna vez.
Después podría venderla con mucha ganancia.
Dejó en el suelo del salón su lap top y las bolsas de
muestras. Magalí siempre andaba cargando muestras: de cerámicas, de telas, de mármoles, de revestimientos, de maderas, para que sus clientes pudieran
elegir. ¡Ay, estaba tan harta de algunos clientes! Cambiaban de idea a cada rato, nunca estaban satisfechos,
se tomaban su tiempo para tomar decisiones y así las
obras siempre tardaban un poco más de lo calculado.
¡Qué bueno poder hacer un trabajo como este para
ella misma, sin que nadie la volviera loca con idas y
vueltas! Y también, qué responsabilidad…
Una vez más recorrió la casa imaginando cómo
quedaría todo después de la remodelación. En el
sótano volvió a encontrarse con el viejo baúl de madera y metal y pensó que era el momento de abrirlo
y revisarlo a fondo. A los dueños anteriores no les
interesaba en absoluto.
—¿Puedo quedarme con el baúl? —les había
preguntado.
—Por supuesto —le contestó la señora—. Ahí
no hay más que basura vieja.
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Fuera como fuera, el baúl mismo era genial,
pensó Magalí. Una vez que le quitara el moho,
bien limpio y lustrado, podría ser parte del equipamiento de la casa. Ya lo había abierto una vez,
no estaba cerrado con llave. Pero ahora, con un
poco de tiempo libre, se dedicaría a mirar lo que
había adentro.
En primer lugar, cubriendo todo lo demás, había
una prenda de encaje que alguna vez había sido un
bellísimo vestido de fiesta. Era largo, con mucho
vuelo y estaba muy arruinado, con manchas, agujereado por las polillas. Debajo del vestido encontró
un pantalón de montar antiguo, un par de botas de
cuero un poco mohosas y un juego de cucharitas
ennegrecidas que no debían de ser de plata porque
se las hubieran llevado. También había un libro con
las páginas pegoteadas, el retrato de una señora
anciana, gordita y elegante, en su bonito marco…
y un montón de papeles escritos a mano de los dos
lados. Estaban metidos en una carpeta y se los veía
tan ajados y amarillentos que Magalí tuvo miedo
de que se deshicieran al tocarlos. Le daba mucha
curiosidad saber lo que decían. Pero para poder
leerlos, iba a tener que llamar a su amiga Clara.
Clara era historiadora y trabajaba en el Archivo
General de la Nación. Unos días después se encontraron en la casa vieja. Cuando abrieron el baúl y vio lo que
contenía, a Clara le empezaron a temblar las manos.
—Pe… pe… pero esto… ¡Esto es increíble! No te
imaginás lo que significa esto para nosotros… ¡Es
un material valiosísimo!
—¿Será para tanto?
—Magalí, muchas gracias por llamarme. Fue
muy honesto de tu parte. ¡Un coleccionista podría
pagar una fortuna por este material!
—Pero ¿qué es?
—Todavía no sabemos, pero sí te puedo asegurar
que estos papeles son muy antiguos, no tienen menos de doscientos años. Voy a traer una caja especial
para llevármelos.
—No me animé a tocarlos…
—Hiciste muy bien.
—¡Pero me encantaría saber lo que dicen!
—Gracias a vos, estos papeles van a estar en el
Archivo General de la Nación, para que todos los
puedan leer. ¿Sabés qué? A medida que los vayan
restaurando, les voy a sacar fotos con el celu y te
las mando. Te lo merecés.
—¿Y no los va a arruinar sacarles fotos?
—Lo que puede dañarlos es el flash, pero si uso
luz natural, con mucho cuidado de que no le dé
directamente…
Clara se llevó los papeles y comenzó la tarea.
Mientras Magalí iba arreglando la casa, los especialistas del Archivo General de la Nación restauraban
los textos. Era un trabajo muy artesanal. Primero
había que limpiarlos, porque los papeles antiguos
suelen tener bichos, hongos, pulgas, que podrían
“contagiar” a los otros documentos archivados.
Después, tocándolos con pinzas especiales o con
las manos enguantadas, los trabajaron con pinceles
y con distintos tipos de pegamentos, arreglando
las roturas con papel de arroz. Después los metieron en unos sobres de polipropileno vegetal, una
especie de plástico pero más poroso. Y recién ahí, a
Explicación:
no hay por capitulos solo es un cuento de largo
espero que te sirva