Resumen corto del cuento el petirrojo de Salma Lagerlöf Le pondré una corona y 5 estrellas si me responden bien
Respuestas a la pregunta
Sucedió un día que hallándose Nuestro Señor en el Paraíso, pintando los pájaros, se le agotaron los colores de la paleta, de modo que el jilguero hubiese quedado incoloro de no darse la casualidad de que el buen Dios no había limpiado aún todos sus pinceles. Fue también entonces cuando Dios dotó al asno de unas largas orejas, por su dificultad en retener su nombre. Viéndolo Dios, llamó inmediatamente a la abeja para imponerle un castigo. Dios lo pasó sentado, majestuoso y amable en su trono, crea que te crea, animándolo todo con su hálito, y hacia el fin de la tarde se le ocurrió crear todavía un pequeño pajarillo gris.
Dios permanecía sentado, bondadoso y amable, en su trono. El corazón del pajarillo palpitó violentamente, lleno de miedo, pero, trazando airosos círculos, fuese acercando más y más a Dios, hasta que se posó en su mano.
Respuesta:
Era en el tiempo en que Nuestro Señor creó no sólo el cielo y la tierra, sino también todos los animales y plantas, a los cuales dio nombre al mismo tiempo. De aquella época podrían contarse muchas historias, y si todas se conocieran se nos aclararían muchas cosas del mundo, que ahora no podemos comprender. Sucedió un día que hallándose Nuestro Señor en el Paraíso, pintando los pájaros, se le agotaron los colores de la paleta, de modo que el jilguero hubiese quedado incoloro de no darse la casualidad de que el buen Dios no había limpiado aún todos sus pinceles. Fue también entonces cuando Dios dotó al asno de unas largas orejas, por su dificultad en retener su nombre.
Lo olvidó apenas hubo dado unos pasos por las vegas del Paraíso, y tres veces viose obligado a volver a preguntar cuál era su nombre. Viéndolo Dios, llamó inmediatamente a la abeja para imponerle un castigo. Dios lo pasó sentado, majestuoso y amable en su trono, crea que te crea, animándolo todo con su hálito, y hacia el fin de la tarde se le ocurrió crear todavía un pequeño pajarillo gris. Y cuando el pajarillo hubo revoloteado durante un rato, contemplando la hermosa tierra donde tenía que vivir, le entraron ganas de contemplarse a sí mismo.
Entonces observó que era completamente gris, y su pecho, por consiguiente, del mismo color que el resto de su cuerpo. Y el pajarillo volvió presuroso junto a Nuestro Señor. Dios permanecía sentado, bondadoso y amable, en su trono. De sus manos se desprendían mariposas que revoloteaban en torno a su cabeza, las palomas gorjeaban en sus hombros y en torno suyo brotaban de la tierra rosas, azucenas y margaritas.
El corazón del pajarillo palpitó violentamente, lleno de miedo, pero, trazando airosos círculos, fuese acercando más y más a Dios, hasta que se posó en su mano. Y el pajarillo, con sus grandes ojos negros y suplicantes, miró al Señor, moviendo la cabecita de un lado para otro.
Explicación: