resumen capítulo 8, 9 y 10 el proceso de frank kafka
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8: Allí estaban los dos vigilantes que le conminaron a que volviera a su habitación, como si fuera algo natural. ––No le servirá de nada resistirse ––dijeron los vigilantes, quienes, siempre que K gritaba, permanecían tranquilos, con cierto aire de tristeza, lo que le confundía y, en cierta medida, le hacía entrar en razón. ––¡Ceremonias ridículas! ––gruñó aún, pero cogió una chaqueta de la silla y la mantuvo un rato entre las manos, como si la sometiera al juicio de los vigilantes. ––Tiene que ser una chaqueta negra––dijeron.
K arrojó la chaqueta al suelo y dijo
––Si eso contribuye a acelerar el asunto, me parece bien ––dijo K, que abrió el armario, buscó un buen rato entre los trajes y por fin sacó su mejor traje negro, un chaqué que por su elegancia había causado impresión entre sus amigos. Creyó haber logrado un adelanto al comprobar que los vigilantes habían olvidado que se aseara en el baño.
9: Una vez vestido tuvo que atravesar, pocos pasos por delante de Willem, la habitación contigua, ya vacía, y entrar en la siguiente, cuya puerta, de dos hojas, estaba abierta. Esta habitación, como muy bien sabía K, había sido ocupada hacía poco tiempo por una mecanógrafa que solía salir muy temprano a trabajar y llegaba tarde por las noches, y con la que K apenas había cruzado algunas palabras de saludo. Ahora la mesilla de noche había sido desplazada desde la cama hasta el centro de la habitación para servir de mesa de interrogatorio, y el supervisor se sentaba detrás de ella. En una de las esquinas10 de la habitación había tres jóvenes que contemplaban las fotografías de la señorita Bürstner, colgadas de la pared.
––¿Josef K? ––preguntó el supervisor, tal vez sólo para captar su atención dispersa. ––¿No muy sorprendido? ––preguntó el supervisor, y puso ahora la vela en el centro de la mesilla, mientras agrupaba el resto de los objetos a su alrededor. ––No es lo normal ––respondió el supervisor.
10: ––No quiero decir que lo considere todo una broma, para ello me parecen demasiado complicadas todas las precauciones que se han tomado. Tendrían que participar todos los inquilinos de la pensión y también todos ustedes, eso me parece rebasar los límites de una broma. Por eso no quiero decir que se trata de una broma. ––En efecto ––dijo el supervisor y se dedicó a contar las cerillas que había en la caja.
El supervisor derribó la caja de cerillas sobre la mesa. K miró fijamente al supervisor. « La vigilia, al menos en apariencia, es un estado muy diferente al del sueño y, como ese hombre dijo con razón, se necesita una gran presencia de ánimo para, con los ojos abiertos, situar todos los objetos en el mismo lugar en que quedaron la noche anterior.