Reseña de la Laguna azul
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Pacífico del Sur, 1889. Durante la época victoriana, dos niños, Emmeline (Elva Josephson) de 7 años y Richard Lestrange (Glenn Kohan) de 9 años, son pasajeros de un velero que hace la ruta del Cabo de Hornos con el padre de Richard (William Daniels), puesto que los padres de Emmeline han muerto y actúa como su tío-padre. Un incendio provoca la destrucción de la nave y el ayudante de cocina Paddy (Leo McKern) lleva a los niños en un bote salvavidas con él, pero esto hace que los separen de los demás supervivientes y los dejan a la deriva. Después de días sin rumbo fijo llegan a una exuberante isla tropical. Paddy asume la responsabilidad de cuidar a los niños pequeños, enseñándoles cómo comportarse, cómo conseguir comida, aprender a construir una casa etc. Pero Paddy descubre que al otro lado de la isla hay una tribu que realiza sacrificios humanos. Les dice a los niños que no vayan al norte de la isla, porque hay un «hombre malo», y que a partir de ahora la ley será no acercarse a ese lugar. Otra ley que les impone es la de no comer bayas de color rojo (son venenosas) luego de sorprender a Emmeline a punto de comerse una.
Paddy muere una noche de embriaguez. A petición de Emmeline los dos se escapan en un bote salvavidas buscando otro lugar para vivir y construyen una nueva casa junto a una playa diferente. Seis años después, (Christopher Atkins) y (Brooke Shields) son fuertes y hermosos adolescentes. Viven en la cabaña que construyeron y pasan sus días practicando la pesca y la natación. Sus cuerpos crecen y cambian con la pubertad, atrayéndose físicamente el uno al otro, pero no saben cómo expresar su sexualidad. Emmeline se conmueve al vivir su primera menstruación y se avergüenza de explicárselo a Richard. Más tarde, cuando Richard propone su torpe deseo de practicar sexo, Emmeline lo rechaza, por lo cual se enfada y la abandona; luego cuando Emmeline lo busca para reconciliarse lo descubre masturbándose.
Entre ellos empiezan a surgir conflictos. Un día, Richard ve a lo lejos un buque y corre hacía la señal de fuego para que los vean. Emmeline que está cerca, no enciende el fuego, con el pretexto de que no quiere que los encuentren. Esto hace enfadar mucho a Richard y después de que ella le golpee fuertemente comienza a odiar mucho a Emmeline y se distancian sin decirse palabra alguna. Pero cuando Emmeline está muy enferma al picarle un pez venenoso Richard se preocupa por ella y la lleva al otro lado de la isla, porque Emmeline oyó un sonido y vio que era una estatua que dice que es Dios. Richard comienza a rezar frente a él y, una vez recuperada, la perdona. Finalmente, reconciliados, comienzan a sentir un cariño especial, lo que los conduce a enamorarse y a tener relaciones sexuales. Este hecho convierte su sexualidad en algo cotidiano en sus vidas a diferencia de las restricciones de la sociedad victoriana, hasta que un buen día, Emmeline pierde el deseo sexual, sufre mareos y vómitos constantes porque está embarazada. Al no saber nada sobre el parto, Emmeline y Richard se preocupan por los cambios que se originan en su cuerpo. Meses después, Richard se queda solo y escucha un sonido lejano. Va directo al otro lado de la isla y, escondido, descubre a un grupo de salvajes de islas lejanas haciendo un ritual frente a la estatua como una ceremonia, después agarran a otro salvaje enemigo y comienzan a matarlo, lo que asustó mucho a Richard. Este huye del lugar para buscar a Emmeline, aunque no sabe dónde está y la encuentra sola a punto de dar a luz un niño (Chad Timmermans) y Emmeline descubre la lactancia materna.
La joven pareja pasa todo el tiempo con el niño, al que llaman Paddy en honor al cocinero que les salvó la vida. Le enseñan a andar y a nadar, y crece como un bebé saludable. Dos años después, un día, mientras los padres están jugando con su hijo (Bradley Pryce) en el barro a lo largo de la costa, vislumbran un buque. A bordo de la nave está el padre de Richard, Arthur, que continúa con la búsqueda obsesiva de los niños. Mira a través del telescopio, pero lo único que ve son personas cubiertas de barro y no llega a creer que se trate de los niños civilizados desaparecidos que está buscando. Por lo tanto, el buque se aleja de la isla.
Un día descubren a Paddy comiendo una de las bayas rojas peligrosas. Richard y Emmeline se alejan de la isla en el bote accidentalmente y se van muy lejos; y al no descubrir tierra, cada uno se come un puñado de bayas rojas, creyendo que es el fin. Los dos cierran los ojos y dejan el bote a la deriva. El buque de Arthur los encuentra y los recoge. Arthur pregunta si están muertos, a lo que el capataz de la embarcación responde: «No, señor. Están dormidos».