Castellano, pregunta formulada por kloredo74, hace 5 meses

reseña critica sobre Movimiento Acción Poética

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Movimiento Acción Poética

Dos o cuatro veces al día paso por delante de unas paredes pintadas con sencillas frases trazadas en negro y rojo sobre un fondo blanco. No son pintadas políticas. No son grafitis al uso. ¿Qué son? Parecen versos aislados, frases de motivación o aforismos. Todas ellas firmadas con el mismo sobrenombre, “Acción Poética”. Cada día, dos cuatro veces, las miro y me empiezo a hacer las mismas dos preguntas que en las líneas que siguen trataré de responder. ¿Es esto literatura? Y lo más importante, al menos para mí como lector, ¿me gusta?

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Para entender por qué están ahí esas paredes “manchadas” de versos, nos debemos remontar a la década de los 90. Concretamente a 1996 y a muchos kilómetros de distancia del lugar desde donde les escribo (Valladolid, España). En la ciudad mexicana de Monterrey, el poeta Armando Alanís Pulido decidió sacar la poesía la calle con el objetivo de conformar un nuevo paisaje urbano.

El mecanismo siempre era el mismo. Primero pintaba un muro completamente de blanco, esperaba a que se secara y cuando el lienzo estaba preparado plantaba una pequeña semilla en forma de verso con el objetivo de que germinara en los viandantes que la vieran. Firmaba sus obras de literatura callejera como “Movimiento Acción Poética” y su idea tuvo gran aceptación por todo el mundo donde año tras año los ejemplos se replicaban en diferentes ciudades.

Con el paso de los años, el “Movimiento Acción Poética” ha llegado hasta aquí, a mi ciudad. A una urbe que no es grande, ni es pequeña; que (siendo sinceros) no es que sea muy cosmopolita; cuyos habitantes tienen fama de ser huraños; donde el invierno es riguroso y el verano caluroso. Una ciudad con gran tradición literaria y que por ahora ha respetado (el Ayuntamiento tiene una enorme tendencia a “limpiar” todo lo que se oponga a la monotonía) estas huellas anónimas de literatura callejera.

Pero, ¿es esto literatura?

No me olvido de que esto es una reseña literaria (no un reportaje) y que el objetivo es abordar la dimensión artística de la obra. Consecuentemente, creo que es fácil deducir la respuesta a mi primera pregunta: sí, sin lugar a dudas esto es literatura. Además, con una gran “tradición” a sus espaldas (en las ruinas de Pompeya se han encontrado numerosos ejemplos).

Probablemente alguno se estará rasgando las vestiduras ante esta afirmación tan severa que he hecho. No le culpo. Para poder responderla primero tendría que haber definido qué es para mí la literatura. Mi intención está lejos de hacer un extenso ensayo, por lo que resumo dos características que tomo como referencia cuando abordo este asunto tan complejo. Por un lado, aunque puede que esté pasado de moda para muchos, me identifico bastante con el concepto de los formalistas rusos llamado “extrañamiento”. Es decir, aquellas obras que realizadas con una intención artística sean capaces de “mover” algo dentro de nosotros pueden ser consideradas poéticas. Por otro lado, también me gusta relativizar todo este mundo con la conocida sentencia “Literatura es todo aquello que el poder quiere que sea literatura”. Paradójico, ¿verdad?

Son para mí estas paredes buenos ejemplos de “literatura callejera”. Al igual que los grafitis tradicionales, tratan de ocupar un espacio público con una manifestación artística que sorprenda y subyugue a los ciudadanos y paseantes. Aquí no es importante la imagen (por esta razón la pared en blanco) sino la palabra que se materializa y se condensa como un puñetazo sobre el letargo urbano.

Llegados a este punto, es el momento de exponer ya todas mis contradicciones sobre la “calidad” literaria que engloba al movimiento. Como en todos los casos, la generalización es mala. He visto por internet multitud de ejemplos bellísimos, también muchos otros horribles. El peligro, desde mi punto de vista, se encuentra en el casposo barniz de “autoayuda” y “positivismo de pósit” que tienen algunos de los aforismos. No me malinterpreten, me encanta la idea de poseer un espacio público para realizar una llamada de atención hacia al arte, más aún cuando se busca revitalizar a la marginada poesía. No obstante, creo que la forma no lo justifica todo y que la oportunidad conceptual que se ha abierto es inmensa si se sabe aprovechar. Con todo, perdonen mi atrevimiento porque lanzo estas líneas sin haberme manchado las manos, aún.

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