relata la leyenda del ñanduti
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En el caso de los guaraníes, quienes constituyeron la base del proceso de mestizaje, estos producían artesanías vinculadas a funciones rituales y utilitarias. Una consumada la aculturación colonial de los guaraníes, ya fuera en los «tava» o en las Reducciones Jesuíticas, empezó a estructurarse un nuevo modelo socioeconómico, el cual devino en la generación de diversos tipos de manufacturas y oficios que dinamizaron la economía de la provincia. Asimismo surgió una orientación netamentemente «cristiana y popular», que influiría a posteriori en las expresiones tanto estéticas como artesanales. Ya fines del siglo XVI, el conquistador y cronista Ruiz Díaz de Guzmán4 hablaba de la destreza de las mujeres paraguayas en labores de aguja, no menciona cuáles fuesen estas.
Por su parte, Josefina Plá1 sostiene que el ñandutí proviene de un encaje originario de las islas Canarias , que habría llegado a la región con la expedición pobladora de doña Mencía Calderón de Sanabria. Según dice, su aclimatación y difusión fue posible gracias a los talleres de las Reducciones Jesuíticas, en donde se confeccionaban los encajes para manteles de los altares. Las primeras décadas libertarias del siglo XIX alentaron el apogeo de las actividades artesanales y el afán del pueblo hacia su autoabastecimiento. El enclaustramiento que vivió el Paraguay durante el régimen francista hizo que las mujeres mestizas, al privarse durante largo tiempo de los bordados y encajes importados, produjeran para el aliño a la usanza de sus vestidos de tenida, entre otros, el ao po'i , el encajeyú y el ñandutí.
El encajeyú es de factura humilde y origen cordillerano según la tradición. El ñandutí es ideado y ejecutado, como tela de araña, en Itauguá y otras localidades. En su libro «Letters from Paraguay» los hermanos Jhon y William Robertson hace por primera vez mención del encaje, cuando en Tapua'mí recibieron el obsequio de una valiosa pieza de ñandutí, por parte de la Sra. Corría el año 1839, ya en el ocaso el Dictador Perpetuo, tiempo en cual se puede afirmar ya estaba consumada la aculturación de los soles de Tenerife hacia una artesanía de contenido netamente criollo.
A continuación, Robertson señala que es «tejido por las mujeres del pueblo y es famoso por su belleza y alto precio». Una niña luce atuendos elaborados con encaje ñandutí. de Esquivel era oriunda de Itauguá, pero probablemente por aquella época la práctica del ñandutí estaba arraigada en los hogares. Hay escritores afirman que aún actualmente, tras los azares de la devastadora guerra de 1864-1870, las mujeres de Itauguá conservan en su tipo rasgos que las caracterizan como de dominante ascendencia hispánica.
La artesanía se desintegró, ya que la mayor parte de las artesanas sucumbieron a las penurias y fatigas de esta marcha. La difusión, prestigio y amplio cultivo del ñandutí a partir de la guerra del 70 y sobre todo de 1950 hasta la actualidad, es una prueba fehaciente de un arraigo notable.
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