relación entre la reforma borbonica( del siglo XVIII) y la situación política actual de Colombia.
Respuestas a la pregunta
os consejeros regios --encabezados por el Ministro de Indias José de Gálvez y Gallardo, Marqués de Sonora (1720-1787; Ministro de Indias, 1775-1787) que ganó su alta posición gracias a su exitosa gestión en Nueva España (1761-1772)-- se propusieron incrementar sustancialmente los ingresos provenientes de las colonias americanas mediante la imposición de medidas harto impopulares como el incremento en el número de funcionarios españoles en la administración colonial, con el consecuente desalojo de los criollos que venían desempeñando esas funciones; la creación de nuevos gravámenes y la resurrección de algunos extintos; la excesiva firmeza, frecuentemente rayana en arbitraria crueldad, en el recaudo de impuestos y derechos; el establecimiento de monopolios ('estancos') de la corona; la apertura de nuevos puertos para el comercio exclusivo con la metrópoli; secularización --empeño que tuvo estrepitosa manifestación en la 'Pragmática Sanción' por la que Carlos III decretó la expulsión de los jesuitas (1767) y la confiscación de sus bienes en favor de la Corona.
Felipe V creó en 1714 la Secretaría de Marina e Indias, cuyo Ministerio de Indias asumió las funciones y prerrogativas del antiguo Consejo de Indias. Medio siglo más tarde, Carlos III dispuso que los asuntos de Indias se concentraran en una secretaría de Estado, con el nombre de Despacho Universal de Indias, que se propuso recortar el influjo alcanzado por los criollos durante los tiempos la dinastía Habsburgo, cuando la venta de oficios fue el mecanismo usual de provisión, a través del nombramiento en su reemplazo de funcionarios peninsulares. Simultáneamente comenzó un arduo proceso de cambio del sistema administrativo colonial con el reemplazo de los corregidores por intendentes (que era una figura de la administración pública francesa), buscando limitar el poder de virreyes, presidentes, gobernadores y capitanes generales en favor de intendentes, como funcionarios presuntamente más calificados y desinteresados, que eran nombrados directamente por la Corona y responsables únicamente ante ella. De manera paralela, durante los reinados de Carlos III y Carlos IV (1748-1819; Rey de España, 1788-1808) se desarrolló un proceso continuo de reemplazo de oidores criollos por peninsulares en todas las audiencias americanas, con el resultado de que para 1807 prácticamente la totalidad de los oidores en las colonias americanas eran españoles.
La recolección de derechos y gravámenes se hizo más eficiente bajo la administración de los intendentes. Carlos III liberó el comercio en 1778, autorizando a las colonias a comerciar entre ellas y con varios puertos españoles, flexibilizando las severas restricciones imperantes. Se concedieron alivios a la extracción de plata para fomentar su explotación. Los monopolios ('estancos' ) del tabaco y el aguardiente mejoraron las rentas oficiales. La mayor facilidad para el comerció determinó importantes incrementos en la producción agrícola americana, apetecida tanto por las naciones europeas (que la sacaban mayormente de contrabando a través de sus posesiones insulares de las Antillas) como por las antiguas colonias británicas en Norteamérica.
La característica tranquilidad colonial hacía innecesario el mantenimiento de grandes ejércitos en la América española. Sin embargo, las reformas borbónicas propiciaron la creación de contingentes militares en cada una de las colonias, al mando de oficiales españoles en los niveles superiores y criollos en los niveles siguientes, con cuerpos separados por raza: blancos, mestizos, negros.
Las reformas borbónicas restaron relevancia al papel de la Iglesia católica en el plano político. A diferencia de los Habsburgo, que con frecuencia empleaban clérigos para el ejercicio de funciones administrativas, los Borbones prefirieron a los oficiales de ejército y marina; también procuraron disminuir la importancia de las comunidades religiosas en favor de los llamados 'clérigos sueltos'. El proceso de secularización alcanzó su punto máximo con la expulsión de los jesuitas en 1767.