reflexiona sobre la mujer y los roles familiares
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Respuesta:
MODERNIDAD, MUJER Y TRABAJO FAMILIAR
Toda sociedad se sustenta en un modelo antropológico de ciudadano que culturalmente es transmitido a las nuevas generaciones como sustrato que da sentido y orienta sus vidas. En función a este modelo se crean las capacidades humanas entendidas como el modo posible de ser persona, lo cual es el resultado, según Nussbaum (2012), de las capacidades internas/básicas, que no son lo mismo que las innatas, y posibilitan el desarrollo y formación posterior de las personas; así como de las capacidades combinadas entendidas como las posibilidades de funcionamiento de esas facultades personales en el entorno político, social y económico que nos ha tocado vivir. Desafortunadamente, lejos de defender un modelo único y común para toda la población de una misma sociedad, arrastramos de la historia la fuerte presencia de una bifurcación de la ciudadanía en función del género, lo que ha marcado diferencias sustanciales en las posibilidades de desarrollo de dichas capacidades en los hombres y en las mujeres, tanto en las internas como en las combinadas, pero especialmente en estas últimas.
No se trata aquí de iniciar una travesía histórica imparable e inabarcable que nos aleje del objeto de este trabajo, aunque admitimos que es fundamental recuperar esa memoria de lo acontecido, ya que fruto de lo que somos se debe a lo que otros han sido y lo que nos han transmitido. La manera cómo las sociedades han definido a la mujer y la connotación social que ha recibido, ha determinado la relación que ha existido desde los hombres, desde el Estado, desde las instituciones, incluida la propia familia, hacia éstas.
La historia también nos recuerda que las sociedades no permanecen estáticas, reproduciéndose y perpetuándose de idéntica manera. No hace falta alejarnos mucho en el tiempo para evidenciar que el siglo XIX trajo consigo una profunda serie de transformaciones que repercutieron al mundo entero. El huracán modernista se ha caracterizado, principalmente por el predominio de la razón, la técnica y la ciencia, entendidas como el motor del progreso y bienestar social de la ciudadanía. Esta apuesta decidida por la economía y el mercado laboral como un único lenguaje acaba produciendo la unificación del discurso que se nos impone de forma aplastante acallando otras voces. De este modo, la racionalidad puramente instrumental establece la estrategia, el poder y la dominación como la base sobre la que se constituyen las relaciones interpersonales.
La modernidad ha sido interpretada como un fenómeno caracterizado por el modo en que el hombre y la mujer emplean el tiempo fuera del contexto laboral (Bonke, 1995). La diferenciación en el uso del tiempo según el género, ha contribuido a la ruptura epistemológica del concepto de trabajo, en la década de los 80, abrió el análisis al trabajo de la mujer y a la existencia de las tareas doméstico-familiares, dejando la actividad regulada por el mercado laboral bajo el concepto de empleo (Torns, 2008). Todo ello ha favorecido la creencia de muchas mujeres de que las obligaciones domésticas son un obstáculo para su progreso profesional. Aspecto este que se ha visto confirmado estadísticamente en el Informe de mobbing maternal del Ministerio de Igualdad (2009), ya que el 75% de las mujeres encuestadas declara que ha sufrido problemas laborales por el hecho de su maternidad, reconociendo que el 25% de las mujeres entre 18 y 25 años que están embarazadas son despedidas.