Reflexión sobre el poema así soñé yo la verdad de Gabriel Celaya. ASÍ SOÑÉ YO LA Verdad. Kepler miró llorando los cinco poliedros encajados uno en otro, sistemáticos, perfectos, en orden musical hasta la gran esfera. Amó al dodecaedro, lloró al icosaedro por sus inconsecuencias y sus complicaciones adorables y raras, pero, ¡ay!, tan necesarias, pues no cabe idear más sólidos perfectos que los cinco sabidos, cuando hay tres dimensiones. Pensó, mirando el cielo matemático, lejos, que quizá le faltara una lágrima al miedo. La lloró cristalina: depositó el silencio, y aquel metapoliedro, geometría del sueño, no pensable y a un tiempo normalmente correcto, restableció sin ruido la paz del gran sistema. No cabía, es sabido, según lo que decían, más orden que el dictado. Mas él soñó: pensaba. Eran más que razones: las razones ardían. Estaba equivocado, mas los astros giraban. Su sistema era sólo, según lo presentido, el orden no pensado de un mundo enloquecido, y él buscaba el defecto del bello teorema. Lo claro coincidía de hecho con el espanto y en la nada, la nada le besaba a lo exacto. Alguien que me ayude
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