Reflexion hacerca del Adviento
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Al acercamos a la sagrada temporada del Adviento, pensé que sería bueno reflexionar sobre el
significado de este hermoso tiempo que cada vez más y más se ha descuidado en muchas partes. Ya que
el año litúrgico de la Iglesia comienza con el primer domingo de Adviento, vale la pena hacer una pausa
y considerar la importancia de este tiempo de preparación y espera vigilante. Frecuentemente, el
tiempo de Adviento se ve ensombrecido por la "temporada de fiestas", mientras avanzamos
rápidamente hacia la celebración de la Navidad. Para el tiempo en que realmente llega la solemnidad de
la Navidad, muchos de nosotros estamos exhaustos. Ya estamos cansados de todo el "bullicio de la
Navidad." La Navidad se ha convertido en algo decepcionante.
La palabra adviento viene del latín y significa "venida" o "llegada". ¿Cuál es la llegada que estamos
esperando? Las normas universales sobre el año litúrgico nos ayudan a entender un poco mejor la
temporada al explicar: "El tiempo de Adviento tiene una doble índole: es el tiempo de preparación para
la Navidad, en la que se conmemora la primera venida del Hijo de Dios. Es también el tiempo en el que
por este recuerdo se dirigen las mentes hacia la expectación de la segunda venida de Cristo al fin de los
tiempos. Por lo tanto, el Adviento se nos manifiesta como tiempo de una expectación piadosa y alegre.”
Notarán que esta no es una temporada penitencial. Es una época de esperanza gozosa, un tiempo de
preparación y espera. Esta temporada no se trata solamente de una preparación para el nacimiento de
Cristo en la Navidad, sino de Cristo quien continuamente está naciendo entre nosotros y quien cada vez
más va transformando a la Iglesia en su cuerpo en el mundo.
En el otoño del año, mientras el mundo se oscurece, la Iglesia es llamada a reunirse y tranquilamente
aguardar en la esperanza de la venida de Cristo, su esposo, la Luz del Mundo. Me acuerdo de una
canción de Marty Haugen: "Por ti, oh Señor, mi alma espera en quietud, en verdad mi esperanza está en
ti." ¿Está nuestra esperanza realmente puesta en Cristo? ¿Realmente nos hemos permitido a nosotros
mismos esperar en silencio y reflexionar sobre el gran misterio de la salvación? ¿Hemos sido
transformados por nuestra reflexión sobre este misterio para vivir de manera diferente mientras
nuestra relación con Cristo resucitado se profundiza? En la oscuridad, vigilamos por la venida del Señor.
No debemos permitir que nuestras ocupaciones nos distraigan de eso, para que no seamos tomados por
sorpresa como las vírgenes necias en el Evangelio de Mateo. La temporada nos llama a estar atentos a
nuestros preparativos para el último día y atentos a la calidad de nuestra vida en unión con Cristo.
Las liturgias para los domingos de Adviento están destinadas a centrar nuestra atención en estas
realidades y guiar nuestra preparación para la venida de Cristo. El tema para el primer domingo de
Adviento nos llama a estar espiritualmente atentos. En el segundo domingo de Adviento escuchamos la
llamada de Juan el Bautista al arrepentimiento y la preparación. El Bautista nos llama a estar preparados
y vigilantes mientras invitamos a Cristo a nuestros corazones, pero también mientras esperamos el juicio
final. El tercer domingo o domingo Gaudete, presenta a Jesús como el que va a cumplir la alianza y traer
el reino. En el domingo final, escuchamos las historias del Evangelio que preceden inmediatamente el
nacimiento de Cristo. Durante estas cuatro semanas, nos preparamos para la Luz, que entra en el
mundo tanto en el nacimiento de Cristo como mientras esperamos su regreso final en la gloria.
Al renovar nuestro sentido de la celebración litúrgica del tiempo, les animo a todos a permanecer fieles
a la celebración de las cuatro semanas de Adviento. Como mencioné anteriormente, es muy fácil dejarse
consumir por el bullicio de la "temporada de fiestas": decorar nuestras iglesias y hogares para la
Navidad, pasar más tiempo de compras que en oración y tener fiestas de Navidad antes de que haya
llegado la temporada. Sé que es un enorme desafío permanecer fieles a la temporada de Adviento
cuando estamos rodeados de una sociedad que, aunque dice ser cristiana, no se toma el tiempo para
reflexionar y prepararse como la Iglesia nos llama a hacerlo.
Como católicos, debemos celebrar el Adviento en una forma diferente
Explicación:
Explicación:
ara los católicos, el año nuevo real no se inicia el 1 de enero, sino el primer domingo de Adviento, el día en que la Iglesia comienza su nuevo ciclo anual de lecturas de las Escrituras y veneración. El tiempo de Adviento, que deriva de la advenire verbo latino que significa «venir» o «llegar,» tiene un doble propósito: primero, recordarnos el nacimiento de Jesús en Belén, y todo lo que implicaba para la salvación del mundo; y, segundo, prepararnos para la segunda venida de Cristo al final de los tiempos como rey y juez de la creación. Al igual que la Cuaresma, el Adviento es un tiempo de preparación. También como la Cuaresma, el Adviento es un tiempo de penitencia, pero no de la misma manera estricta. Más bien, el Adviento encarna las palabras de la liturgia, que nos recuerdan que «esperamos con gozo» la venida de nuestro Salvador, Jesucristo.
El Adviento es un buen momento para volver a leer la encíclica del 2007 Spe salvi (Salvados en la esperanza). Es un documento rico y desafiante, no se absorbe fácilmente en una sola sesión. Pero una de sus líneas más importantes se encuentra justo en las primeras frases. El texto nos recuerda que, para los cristianos, la virtud de la esperanza nos permite hacer frente a las cargas de la vida diaria, no importa qué pesadas sean. Nos recuerda que, «… el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si llev a hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino». La fe en Jesucristo nos lleva a esperar por la vida eterna. La vida de Cristo da sentido a nuestras vidas. Si realmente creemos en Jesucristo, vamos a tener confianza en e l futuro, no importa cuán sombrío algunos días o algunos problemas parecen. Porque, en definitiva, Jesús ya ha ganado nuestra salvación y la felicidad que viene con ella.
El origen de la palabra «virtud» es revelador; viene del sustantivo latino virtus, que significa «fuerza». La virtud que los cristianos llaman esperanza no es un sentimiento cálido, o un estado de ánimo soleado, o un hábito de optimismo. El optimismo, como el gran novelista católico Georges Bernanos escribió una vez, no tiene nada que ver con la esperanza. El optimismo es a menudo tonto e ingenuo —una preferencia para ver bien donde la evidencia es indiscutiblemente mala. De hecho, Bernanos llama al optimismo «una forma astuta de egoísmo, un método para aislarnos de la infelicidad de los demás».