reflexión del día del idioma (largo)
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
La celebración del Día del Idioma, más que la realización de actividades, debe ser una reflexión sobre el sentido de la comunicación y el entendimiento entre las comunidades, a partir del uso correcto del lenguaje, sobre su sentido lógico, etnológico y hasta ético. Esta celebración debe servir para revisar, desde la perspectiva del uso del lenguaje o el idioma, cómo nos estamos comunicando y, además de las palabras, revisar los factores sociolingüísticos de la comunicación y cómo el buen uso del idioma fortalece la identidad cultural nacional, sin desconocer la existencia de nuevas acepciones semánticas propias de la revolución global y la digitalización del mundo. Hago referencia a lo pragmático, lo cotidiano, a la importancia del diálogo, y a cómo, a través de éste se construye cultura comunicativa, sobre la base ética del mensaje como presupuesto para el respecto entre los interlocutores, con capacidad e interés por lograr entendimiento, que es un valor superior dentro de la dinámica de la comunicación, especialmente en las acciones verbales. Es decir, usar el idioma con lógica de conceptos, criterio y sentido chomskiano.
Este podría ser un buen objetivo al celebrar el Día del Idioma, sobre todo en las escuelas, que es donde necesitamos construir auténtica cultura comunicativa, o por lo menos formar buenos hábitos y criterios para el uso adecuado de códigos comunicativos, donde se utilicen los términos correctos y los jóvenes sean conscientes de que, por encima de las costumbres y giros idiomáticos generados por la moda y la tecnología, hay todo un espectro de formalidad, con reglas científicas que deben respetarse a la hora de interactuar, exponer o argumentar; por ejemplo, aprender que todo signo de comunicación tiene una función apelativa que le obliga a contextualizar el diálogo de acuerdo al receptor, como muestra de respeto hacia las personas, sean sus compañeros, sus maestros o sus padres. Esto evitará que más adelante sigan actuando como gran parte de la generación actual, donde los discursos públicos están llenos ofensas, falsedades y son altamente demagógicos, precisamente porque se desconocen los principios de calidad y relevancia en la acción comunicativa. También se observa el uso excesivo de adjetivos en los diálogos, términos ofensivos en los reclamos, en las respuestas, así como el abuso de eufemismos y locuciones peyorativas que le restan claridad a los mensajes. En esencia, hay que promover el buen hablar, que infortunadamente se tropieza con la pobreza de léxico en nuestros jóvenes, con su escasa lectura, con la incorporación de vocablos lingüísticamente inexistentes y conceptualmente inexplicables, lo cual ha reducido su universo lexical a abreviaturas, monosílabos y términos propios de las redes sociales, que también tienen su responsabilidad en la desfiguración de la ética comunicativa.