reflexión de la natalidad
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Respuesta: Política Reflexión
Habitualmente planteamos la decisión de tener hijos como una elección poco política y poco relacionada con la moral. Evidentemente, seguir adelante con un embarazo conscientemente puede ser un acto de irresponsabilidad de los padres, si éstos no tienen la capacidad mínima (sea económica o de madurez) para hacerlo. Pero más allá de esto, consideramos la procreación como un acto tan natural y culturalmente está tan extendido que incluso existe cierta presión hacia las parejas que deciden no tener hijos. Esto es: todos estamos de acuerdo en unos mínimos de irresponsabilidad (y, por tanto, de inmoralidad) respecto a esta decisión, pero fuera de estos mínimos, tendemos a considerarla como una cuestión de preferencia personal, relacionada con las dificultades y retos de tener hijos, de tenerlos en el marco de una relación sentimental que puede romperse, de compatibilizarlo con el trabajo, etc. Evidentemente, estos factores deben ser tenidos en cuenta. Mi punto, pero, es el siguiente: ¿puede ser que, en la actualidad y para la inmensa mayoría de personas, tener hijos sea un acto éticamente cuestionable? Para analizarlo, lanzo la idea de que la decisión de no procrear es un acto subversivo, sostenible, útil y moral.Empecemos por lo subversivo. Como es evidente, la presión para tener descendencia no es la misma que en siglos pasados, donde no tener hijos podía representar problemas dinásticos, hereditarios, familiares y sociales mayúsculos. Las personas que no tenían hijos eran, por lo general, biológicamente incapaces de ello, y acarreaban un importante estigma. Hoy en día, sin embargo, sigue habiendo una expectativa generalizada de que dentro de lo que consideramos “normalidad”, además de estar en una relación monogámica y heterosexual, hay que tener hijos, y si no los hay, significa o bien un problema biológico, o bien un problema psicológico, o bien que se está demasiado centrado en el trabajo, etc. Esta presión, cabe añadir, es especialmente intensa sobre las mujeres. La subversividad de no tener hijos, pues, es contribuir a normalizar esta elección como un estilo de vida perfectamente aceptable, y no sintomático de ningún problema. Esto es importante, porque cuanta menos presión social exista para tener hijos, menos gente los tendrá por factores ajenos a su voluntad, y más libres serán las parejas para decidir. Vayamos ahora a lo sostenible. Es aparente para cualquiera que en este planeta hay demasiados humanos, o como mínimo, que el ritmo de crecimiento demográfico actual es disparatado si consideramos los recursos disponibles. Esto no es una constante homogénea en todas las regiones del mundo, evidentemente, ya que las tasas de natalidad de la India o Nigeria no tienen nada que ver con las de Rusia o Japón. Pero el hecho es que al planeta (y su medio ambiente) y a sus recursos (especialmente hectáreas de tierra, agua, minerales, energía) les son irrelevantes la distribución geográfica de los humanos contaminadores y consumidores, especialmente en la era de la globalización, con un comercio internacional intensísimo. Se me dirá quizás que hay (o habrá) nuevas maneras de reducir la contaminación o el consumo, o de hacerlo más eficiente, o de reciclar más y mejor los recursos mediante nuevas tecnologías. No voy a discutir esto porque sería largo y hay quien lo ha explicado antes y mejor, pero baste decir que es poco prudente, ante un problema de semejante magnitud y urgencia, seguir con un patrón autodestructivo y evitable confiando en parches que aún no existen (en caso de que existan nunca). ¿Por qué digo que es útil? Si bien es discutible que a nivel individual, esto es, sin tener en cuenta la utilidad para terceros de la procreación, tener hijos sea contraproducente (pues muchos argumentan que a pesar del considerable coste en tiempo, dinero y esfuerzo de la crianza, existen una serie de intangibles emocionales que más que lo compensan), a nivel colectivo no lo es tanto. Primero, por el factor de sostenibilidad antes explicado. Segundo, porque con un previsible aumento progresivo del porcentaje de trabajo realizado por máquinas, la necesidad de tener un volumen elevado de fuerza de trabajo para el mantenimiento de ciertas cuotas de bienestar material cada vez es menor (y también es posible pasemos a entender el bienestar de forma más post-materialista).