REDACTA UN CASO SOBRE ALGÚN PROBLEMA EN LA
ECONOMIA FAMILIAR O DE LA COMUNIDAD, DONDE SE
EVIDENCIA LA PRESENCIA DE DILEMAS Y COLOCA TU PUNTO
DE VISTA.
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
l proyecto de una educación más inclusiva pasa inevitablemente por una relación activa y positiva entre todos los agentes implicados en la educación escolar (centros escolares, familia, comunidad) en el que, sin duda, es un proceso complejo difícil y éticamente controvertido en muchos momentos.
A estas alturas nadie debería poner en cuestión que en este contexto de múltiples relaciones e interacciones, la familia tiene una posición relevante, siendo la calidad de su interacción con los centros escolares uno de los factores determinantes de que ese proceso avance hacia una educación más inclusiva.
Familia y escuela tienen roles diferentes pero complementarios y necesarios en este proceso hacia ese objetivo común y, ciertamente, cabría decir que en pocos años se han visto progresos muy significativos en esa dirección, si bien es cierto que —en según en qué contextos nacionales nos situemos—, el camino a recorrer es todavía muy largo. Ello es más evidente aún si cabe, cuando las aspiraciones por una educación más inclusiva tienen como referente al alumnado más vulnerable a los procesos de segregación, fracaso escolar o marginación, como es el alumnado considerado con necesidades educativas especiales o en situación de discapacidad, según quiera verse.
De hecho, las familias, a partir del análisis de las preocupaciones de para la construcción de centros cada vez más inclusivos, demandan actuaciones encaminadas, tanto a la atención que se proporciona a sus hijos e hijas, como a las propias familias. Así, en relación con el primer aspecto, destacan la necesidad de centros abiertos a todos los alumnos y alumnas sin exclusiones, que respondan al derecho de todos los niños y niñas a ser educados en las instrucciones de su localidad, en igualdad de condiciones que el resto de sus compañeros (O’Connor, 2007; Rogers, 2007; Verdugo, Rodríguez, Sarto, Calvo y Santamaría, 2009; Villegas, Simón y Echeita, 2014; Yssel, Engelbrecht, Oswald, Eloff y Swart, 2007), profesionales cualificados para comprender y responder a las necesidades educativas de sus hijos e hijas (Abu-Hamour y Muhaidat, 2014; Hotulainen y Takala, 2014; O’Connor, 2007; Rogers, 2007; Verdugo et al., 2009; Yssel, et al., 2007), atención individualizada a los alumnos, para lo cual se necesita, entre otros aspectos, de dotación de los recursos y apoyos necesarios al profesorado ante el "desbordamiento" que muchos sienten para atender a la diversidad existente en el aula (de Boer, Pijl y Minnaert, 2010; Hotulainen y Takala, 2014; O’Connor, 2007; Rogers, 2007; Verdugo et al., 2009; Villegas et al., 2014). Para ellas es importante estar atentos y asegurar, no solo el desarrollo académico, sino también el social y emocional del alumnado. Desarrollar habilidades en sus hijos e hijas para facilitar estas interacciones y actuar para asegurar relaciones entre iguales basadas en la aceptación social y las amistades, evitando situaciones de malos tratos entre iguales. En este sentido insisten en estar muy atentos a la etapa de educación secundaria (Abu-Hamour y Muhaidat, 2014; de Boer et al., 2010; Frederickson et al., 2004; Hotulainen y Takala, 2014; O’Connor, 2007; Rogers, 2007; Verdugo et al., 2009; Villegas et al., 2014; Yssel et al., 2007).
Asimismo, solicitan que el profesorado asuma la responsabilidad de todos los alumnos sin delegar en otros profesionales "especialistas" la atención a determinados tipos de necesidades, que se revisen las modalidades de apoyo que se están proporcionando, para lo cual es necesaria una buena coordinación y colaboración entre los diferentes profesionales y servicios (Gasteiger-Klicpera, Klicpera, Gebhardt y Scwab, 2013; Villegas et al., 2014), evaluaciones psicopedagógicas "inclusivas" (Calderón y Habegger, 2012), liderazgo distribuido en los centros (Kluth, Biklen, English-Sand y Smukler, 2007) y una cultura escolar basada en valores inclusivos (Villegas et al., 2014), sin olvidar que la inclusión es un proceso continuo (Kluth, et al., 2007).
Respecto a las propias familias, piden asegurar una buena comunicación con ellas, prestando una atención especial a aquellas cuya lengua nativa no es la misma (Frederickson et al., 2004; Gasteiger-Klicpera et al., 2013; Verdugo et al., 2009; Yssel et al., 2007), ser escuchadas, tenidas en cuenta, formar parte de los procesos de toma de decisiones que afectan a sus hijos e hijas, cooperación entre la escuela y la familia (Hotulainen y Takala, 2014; Kluth et al., 2007; Villegas et al., 2014). Pero también piden que se proporcione apoyo, orientaciones a las familias cuando lo necesitan (Villegas et al., 2014).
Por todo ello, es importante tener claros los marcos de referencia que deban guiar las políticas y prácticas que han de promover y cuidar esta relación. Bien cabría decir que en esta tarea "no todos los cammos conducen a Roma" y que, por lo tanto, una falta de claridad en el propósito y el modo de establecer y hacer sostenible esta relación es de vital importancia.