Historia, pregunta formulada por bellesa16, hace 1 mes

realiza un resumen del cuento : UN HOMBRE LLAMADO ZIEGLER

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Contestado por Usuario anónimo
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Respuesta:

Vivía una vez en la Brauergasse un joven señor llamado Ziegler. Ziegler era todo y hacía todo lo que tales personas son y hacen. Exorcizaba toda la duda, y si los hechos contradecían su ideario, cerraba los ojos como signo condenatorio. Respetaba particularmente la investigación del cáncer, pues su padre había muerto de esta enfermedad y Ziegler tenía la esperanza de que la ciencia, tan altamente desarrollada en los últimos años, no permitiría que él corriese la misma suerte.

Externamente se caracterizaba Ziegler por su aspiración a vestir por encima de sus posibilidades, siempre a tono con la moda del año. Pero Ziegler era realmente un joven encantador, y su pérdida fue muy sensible. Con su nuevo traje de calle con botones de paño, que le gustaba mucho, entró Ziegler un domingo en el Museo Histórico. En las plantas altas había mucho que ver y el fervoroso visitante ensalzó para sus adentros la ciencia todopoderosa, que también allí demostraba su meritoria objetividad, como dedujo Ziegler por las esmeradas inscripciones de las vitrinas.

Pero no se suelen leer tales letreros con mucha atención, y Ziegler se hallaba completamente solo. Ziegler se vio en un aprieto al tener en la mano la esferita, pues naturalmente había leído el letrero. Pero como la comida se hiciera esperar un rato, el señor Ziegler sacó su píldora alquímica y la olisqueó.

Hacia las dos el joven señor se apeó del tranvía, entró en el vestíbulo del

Ziegler se fue enseguida donde los macacos. Ziegler quedó consternado. Y el anta hablaba con los ojos, dos grandes ojos castaños. Para esa mirada dulce, mayestática, según interpretó Ziegler, este no era otra cosa, con su sombrero y su bastón, su reloj y su traje de domingo, que un canalla, un ridículo y asqueroso bicho.

Del anta escapó Ziegler a la cabra montés, de esta a la gamuza, a la llama, al ñu, a los jabalíes y los osos. Miró a los ojos del rubio león y supo de la vastedad y maravilla de la selva, donde no hay jaulas ni hombres. Desconcertado y enajenado de todos sus hábitos mentales, Ziegler se dirigió, en su desesperación, a los hombres. Escuchó las voces y las palabras, observó los movimientos, gestos y miradas, y como ahora lo veía todo como a través de unos ojos animales, no encontró otra cosa que una sociedad degenerada, hipócrita, engañosa, deforme, de tipo animaloide, que parecía ser una mescolanza esnobista de todas las especies animales.

Desesperado, Ziegler caminó errabundo de acá para allá, profundamente avergonzado de sí mismo.

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