realiza un discurso sobre el agua con todas sus partes (inicio, desenlace y conclusión)
es para mañana por fa doy corona y puntos
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Tratemos por unos momentos de tener un feliz ensueño húmedo o hídrico como prefieran: llueve todos los días, incesantemente, como en la canción de Raimón, e incluso arrecia en las cabeceras de los ríos y barrancos que mueren en el litoral valenciano. Se colman los embalses, se recuperan los acuíferos, se cierran o invalidan miles y miles de pozos ilegales, dejamos de ingerir tanto nitrato y se disuelven por ensalmo las críticas al desmadrado cultivo de las cespitosas. Quizá se produjese algún descalabro en zonas inundables temerariamente urbanizadas, pero sería un mal menor, irrelevante. Dada la manga ancha con que se han autorizado estas colonizaciones hemos de pensar que el País está blindado frente a las avenidas y aluviones -no tan lejanos- que nos afamaron históricamente.
¿Podría alguien sentirse mortificado por tan fausto meteoro? Después de tan prolongada e implacable sequía, ¿no llovería a gusto de todos? Pues no, apostaríamos a que el PP se sentiría damnificado, pues se le habría ahogado, siquiera fuere provisoriamente, el discurso más rentable y victimista que ha desgranado a lo largo de la legislatura: el del agua. "Porco governo", exclamaría algún consejero decepcionado, con la misma acritud desplegada contra la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, cuando ésta recomendaba este verano la prudente adopción de medidas para moderar los consumos, como el riego de jardines o el llenado de piscinas. La pertinente previsión, en tiempos tan secos y recursos tan agónicos, fue reputada, como se recordará, de crispadora e insultante para quienes tanto y bien saben de la administración del agua. O sea, los valencianos.