razones para penalizar el aborto
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Respuesta:
• No es interrupción. Interrumpir es detener la continuidad de una acción, o sea, que luego se reanuda. En el aborto podríamos hablar de frenar, liquidar, finiquitar, sacrificar, extirpar, truncar, tronchar, erradicar, triturar… pero de interrumpir, ni por asomo.
• No es voluntaria. Un 75% de las mujeres que abortan no lo hacen por decisión libre, sino obligadas por presiones insoportables de sus parejas, de sus familias y de su trabajo, frente a las que no ven otra salida. Si no se dan opciones, si no se facilitan alternativas, la decisión no es voluntaria, es obligatoria.
• No es feminista. La activista gay Beatriz Gimeno afirma que «en el fondo del debate sobre el aborto late el miedo milenario a que las mujeres controlen sus cuerpos y su sexualidad sin permiso de los hombres». La realidad es que las feministas fundamentalistas odian hasta tal punto ser ellas las embarazadas en lugar de los hombres, que prefieren matar esa vida antes que reconocerse diferentes al género masculino. Y antes que ayudar a las mujeres que sí quieren tener esa vida.
• No es un derecho. Ninguna mujer tiene derecho a matar una vida. Aunque viva dentro de su cuerpo. Es esa vida la que tiene derecho a ser protegida. Igual que es el niño el que tiene derecho a ser adoptado, no sus futuros padres quienes tienen derecho a adoptar.
• No es socialista. Más bien lo contrario, es absolutamente capitalista. Las clínicas abortistas son un negocio millonario amparado por el Estado y los Gobiernos Autonómicos, cuyo único fin es el lucro (por 3.200 € son capaces de abortar a un no nacido sano de 26 semanas). El camino hacia un centro abortista es más conocido y facilitado que el camino hacia los ginecólogos que defienden la vida. Por algo será.
• No es salud. Los centros de aborto no informan a la mujer sobre los detalles de este tipo de intervención, las consecuencias físicas y psicológicas que tiene. Desde perforaciones uterinas, pérdidas y prematuridad del siguiente hijo hasta alteraciones del deseo sexual, esterilidad y graves alteraciones psiquiátricas. El síndrome post-aborto es una traumática y dolorosa realidad que siempre se ha tratado de ocultar.
• No es constitucional. «La vida del nasciturus, en cuanto éste encarna un valor fundamental —la vida humana— garantizada en el artículo 15 de la Constitución, constituye un bien jurídico cuya protección encuentra en dicho precepto fundamento constitucional» (sentencia 53/1985 del Tribunal Constitucional).
• No es solidaria. Si tomamos la solidadridad como sinónimo de apoyo, respaldo, ayuda o defensa, el aborto es justo lo contrario. Porque ni apoya a la mujer embarazada, ni respalda su situación, ni la ayuda a superarla ni, desde luego, defiende la vida que lleva dentro. Frente a los valores de entrega, caridad y amor al otro, los partidarios del aborto transmiten conceptos puramente egoístas: mi cuerpo, mi derecho, mi bienestar, mi comodidad, mi vida… yo, mi, me, conmigo.
• No es un logro de la sociedad. Todos los expertos coinciden: el aborto es un fracaso de la sociedad. Existe una reveladora carencia de recursos e interés, por parte del Estado, en la asistencia, la formación y la información. Algo que, según el doctor Jesús Poveda, evitaría 3 de cada 4 abortos. Eso sí que sería un logro de la sociedad.
• No defiende a la mujer. Defender a la mujer es informar de las opciones y ofrecer los apoyos necesarios para que puedan, si quieren, tener a su hijo y atenderlo. Y eso no lo hacen ni las asociaciones proabortistas ni las feministas ni, desde luego, el Estado. Sí organizaciones provida, como Fundación Madrina, que ya ha atendido a 140.000 mujeres en ocho años.
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