Quiero una entrevista a un personaje literario
Respuestas a la pregunta
RespueEsto es una entrevista temática, y contigo quiero hablar sobre el ‘personaje literario’: Comencemos por preguntarte una cuestión obvia y trajinada: qué hay de ti en tus personajes, si es que hay algo. Y me gustaría pescar ‘en aguas profundas’: obsesiones, secretos, experiencias complicadas, y también frivolidades y pulsiones.
Juan Bonilla: Por nada del mundo me voy a tender en el diván del psicoanalista para responder. Es fácil contestar que algo debe haber, aunque sólo sea el hecho de que los haya elegido -de las brumas de la fantasía o de las de la realidad- para contarme a través de ellos, pero eso no quiere decir ni que la suma de todos ellos sea yo ni que haya en mí algo en lo que ellos pudieran fácilmente reconocerse, si es que tuvieran esa facultad. El asunto es complejo pero barato: ¿hay algo de Stendhal en Julien Sorel? ¿Qué le prestó? ¿Se ponía tan cachondo de veras sólo con acariciar una mano de mujer casada? ¿Le gustaban las niñas bonitas a Nabokov? Son preguntas para lectores del ¡Hola! de la literatura, preguntas, en todo caso, cuyas respuestas, por significativas que fueran, apenas habrían de afectar a Rojo y Negro o Lolita.
Así que si nos mantenemos en ese nivel, es evidente que yo, como cualquier narrador, hace préstamos de su experiencia personal a sus personajes: préstamos concretos, evidentes para cualquiera que conozca personalmente al autor, pero no es otra cosa que un juego que no tiene demasiada influencia en la construcción de un personaje, ya que digamos que esa construcción, aunque se haga a base de detalles, es previa a la propia selección de los detalles y la procedencia de estos puede ser múltiple. Otra cosa es si todos mis personajes tienen -entre ellos- cosas en común, denominadores que les permitan sumarse hasta dar con una identidad que podría ser la de quien los ha creado: al fin y al cabo la obra de un narrador es siempre un espejo roto, está hecha de cuchillos, si se juntan para recomponer el espejo pueden reflejar a quien se asome a ellos, pero cada uno de esos fragmentos también tiene la propiedad de reflejar a quien a ellos se asome. Cosas evidentes que cualquiera que lea mis relatos o novelas puede intuir de mi: que me gusta el fútbol -porque son muchas las metáforas que proceden de ese campo que se utilizan, o porque muchos apellidos de personajes son apellidos de futbolistas o porque hay unos cuantos cuentos sobre fútbol-; que debo ser gran partidario de las benzodiazepinas porque muy a menudo aparecen pastillas para solucionar un agobio, un miedo, lo que sea; que me interesa la adolescencia como territorio narrativo porque los adolescentes son frecuentes en mis cosas (sobre todo los adolescentes de mi época de adolescentes, que no sé si corresponden del todo con los adolescentes de ahora, y en cualquier caso los adolescentes un poco esquinados, si es que la propia adolescencia no es un esquinamiento). En fin, cosas así, muy generales, que podría contarle a cualquier compañero de viaje en un trayecto de un par de horas en tren.sta:
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