¿Quienes trabajaban la tierra en la Rusia Zarista?
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Respuesta:
Desde el siglo XIV Rusia había sufrido violentas invasiones de pueblos tártaros y mongoles, casi todos sucesores del Imperio de la Horda de Oro entre los cuales destacaba el Kanato de Crimea. Tales ataques causaban severa devastación en los campos y habían hecho inevitable que los campesinos rusos migrasen continuamente de las zonas más expuestas a tales invasiones.
Al estabilizarse la situación del Principado de Moscú a fines del siglo XV, Iván III de Rusia tomó medidas para asegurar el valor económico de las grandes fincas agrícolas, el cual dependía de la fuerza de trabajo existente en estas. Para ello, autorizó en 1497 que los terratenientes forzaran a los campesinos a quedarse en las fincas durante casi todo el año, incluso usando la fuerza. Tal tendencia se reforzó más durante el reinado de Borís Godunov a inicios del siglo XVII, aumentando la cantidad de habitantes del campo que estaban sujetos a esta obligación.
La servidumbre fue reglamentada específicamente en el año 1649 por el zar Alejo I de Rusia tras ocurrir varios casos en los cuales los campesinos fugaban de las extensas fincas de los aristócratas. Las nuevas leyes de 1649 establecieron la servidumbre sobre la gran mayoría del territorio ruso, sobre todo en las tierras más fértiles, obligando en la práctica a que todos los campesinos quedasen sujetos a algún terrateniente; también se estableció que los campesinos rusos y sus descendientes, quedaban obligados a permanecer a perpetuidad en las fincas de los terratenientes, prohibiéndose que los campesinos salieran de ellas. Como consecuencia legal, los aristócratas mantenían su derecho de vender las tierras conjuntamente con los campesinos que vivieran allí.
El límite legal para la disposición de los campesinos siervos estaba dado por el derecho a la vida, en tanto el terrateniente (usualmente un aristócrata) aún estaba obligado a considerar a su siervo como "hombre libre" al menos formalmente, por lo cual no podía matarlo. También se reconocía el derecho del siervo a la propiedad individual sobre sus enseres, y su derecho a realizar transferencias de su propiedad con cualquier otro siervo, conservando el dinero que pudiese obtener de este intercambio; no obstante su libertad de movimiento estaba limitada a la extensión de la finca de su respectivo terrateniente, y éste podía inclusive vender al siervo separadamente de la tierra. Cabe indicar que los siervos rusos no sólo eran campesinos, sino inclusive pequeños comerciantes y artesanos que vivían dentro de una aldea sometida a la autoridad de un aristócrata, por lo cual la categoría de los siervos era bastante heterogénea.
Desde 1659 la huida de un siervo era considerada un delito grave, y el censo ruso de 1719, ordenado por Pedro el Grande, mostró que en esas fechas ya el 80% de campesinos rusos eran siervos. A lo largo del siglo XVIII las revueltas de Stenka Razin y de Yemelián Pugachov fueron apoyadas por siervos, que aprovechaban tales sublevaciones para unirse a los rebeldes en busca de un mejor nivel de vida. No obstante, cabe indicar que las revueltas de los cosacos en Rusia occidental de los siglos XVII y XVIII no atacaban la institución de la servidumbre, sino que solamente permitían a sus adeptos dejar de ser siervos para convertirse en cosacos libres.
El Estado ruso también tenía sus siervos, subordinados directamente al zar y formalmente con derecho a conservar su propiedad personal, pero que en la práctica también estaban prohibidos de abandonar la tierra que les había sido asignada. Tales «siervos del Estado» provenían de la confiscación de tierras hechas por el zar contra aristócratas levantiscos, y de la expansión de las colonias militares en Siberia, controladas por el gobierno imperial y no por terratenientes de la nobleza.
Los siervos tenían en principio derecho a comprar su libertad pagando su valor en dinero a los terratenientes, pero muy pocos lograban esta finalidad, lo cual conseguían principalmente quienes vivían en pequeñas villas y no se dedicaban exclusivamente a la agricultura (artesanos, pequeños buhoneros, etc.). Aun así los siervos liberados por este sistema no dejaban de sufrir una menor valoración social, como sucedió en el caso de Ígor Chéjov, el abuelo del célebre escritor Antón Chéjov.
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