quienes gobernaban laa ciudades italianas
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Las ciudades-estado italianas fueron un notable fenómeno político del norte de la península itálica entre los siglos X y XV, por el cual las principales entidades políticas de la Italia medieval eran ciudades de reducido territorio pero elevado poderío político y financiero, además de poseer un elevado espíritu localista que aseguraba la independencia mutua de ellas.
Italia se preservó una fuerte vida urbana que había desaparecido virtualmente en el resto de Europa. Algunas ciudades y sus instituciones urbanas sobrevivieron en Italia durante la Alta Edad Media. Muchas de esas ciudades eran a su vez antiguas ciudades etruscas y romanas que habían existido dentro del Imperio romano. Las instituciones republicanas de Roma también habían sobrevivido en la mayor parte de ellas, la penetración militar bizantina reforzó el lazo de dichas ciudades con las extintas instituciones romanas, evitando que se formaran grandes estados duraderos en la península itálica.
Cabe citar que incluso a la caída del Imperio romano, la región de la actual Italia era la zona más poblada y más rica del desaparecido Imperio, solo superada por el Asia Menor dominada por Bizancio; ello facilitaba que las ciudades italianas pudieran sobrevivir de modo autónomo, en una forma que estaba fuera del alcance de otras antiguas ciudades romanas situadas en zonas más lejanas (como España, Inglaterra o Francia).
Algunos señores feudales disponían de gran cantidad de mano de obra servil y grandes propiedades de tierra, pero ya por el siglo XI, muchas ciudades, entre ellas Venecia, Milán, Florencia y Génova, se habían convertido en grandes metrópolis comerciales, capaces de conquistar la independencia respecto de sus soberanos formales.
De hecho Italia entre el siglo XI y el XIII era muy diferente del resto de la Europa feudal al norte de los Alpes. Los historiadores Marc Bloch y Fernand Braudel argumentaron que la geografía influenció determinantemente en la historia de la región. Dentro de la península itálica hay una gran diversidad orográfica. Italia está cortada en numerosas pequeñas regiones por las montañas, particularmente la cadena de los Apeninos, que en siglos pasados harían muy dificultosa la comunicación entre ciudades.
La llanura padana (que toma su nombre del río Po o Padus) era, sin embargo, una excepción, siendo la única área extensa de pastos continuos, la mayoría de las ciudades-estado que cayeron ante invasiones extranjeras estaban situadas en esa zona. Así, aquellas que sobrevivieron por más tiempo se encontraban en las regiones más rocosas, como Florencia (o Venecia defendida por su laguna), no obstante, hubo ciudades en la llanura padana que, gracias a su riqueza, pudieron sobrevivir y rechazar invasores paulatinamente.
Ya que un ataque sorpresivo de un ejército extranjero a través de los Alpes era muy difícil, los príncipes alemanes del Sacro Imperio Romano Germánico no podían ejercer el control sostenido y efectivo sobre sus estados vasallos italianos, y así Italia estaba substancialmente libre de interferencia política germana, gestándose una dependencia solo nominal frente a una gran autonomía en la práctica, al extremo que en el siglo XII las ciudades italianas ya eran capaces de derrotar a los ejércitos del Sacro Imperio en el campo de batalla. Así pues, no surgieron fuertes monarquías como en el resto de Europa, en vez de ello emergerían las ciudades-estado independientes.
Italia se preservó una fuerte vida urbana que había desaparecido virtualmente en el resto de Europa. Algunas ciudades y sus instituciones urbanas sobrevivieron en Italia durante la Alta Edad Media. Muchas de esas ciudades eran a su vez antiguas ciudades etruscas y romanas que habían existido dentro del Imperio romano. Las instituciones republicanas de Roma también habían sobrevivido en la mayor parte de ellas, la penetración militar bizantina reforzó el lazo de dichas ciudades con las extintas instituciones romanas, evitando que se formaran grandes estados duraderos en la península itálica.
Cabe citar que incluso a la caída del Imperio romano, la región de la actual Italia era la zona más poblada y más rica del desaparecido Imperio, solo superada por el Asia Menor dominada por Bizancio; ello facilitaba que las ciudades italianas pudieran sobrevivir de modo autónomo, en una forma que estaba fuera del alcance de otras antiguas ciudades romanas situadas en zonas más lejanas (como España, Inglaterra o Francia).
Algunos señores feudales disponían de gran cantidad de mano de obra servil y grandes propiedades de tierra, pero ya por el siglo XI, muchas ciudades, entre ellas Venecia, Milán, Florencia y Génova, se habían convertido en grandes metrópolis comerciales, capaces de conquistar la independencia respecto de sus soberanos formales.
De hecho Italia entre el siglo XI y el XIII era muy diferente del resto de la Europa feudal al norte de los Alpes. Los historiadores Marc Bloch y Fernand Braudel argumentaron que la geografía influenció determinantemente en la historia de la región. Dentro de la península itálica hay una gran diversidad orográfica. Italia está cortada en numerosas pequeñas regiones por las montañas, particularmente la cadena de los Apeninos, que en siglos pasados harían muy dificultosa la comunicación entre ciudades.
La llanura padana (que toma su nombre del río Po o Padus) era, sin embargo, una excepción, siendo la única área extensa de pastos continuos, la mayoría de las ciudades-estado que cayeron ante invasiones extranjeras estaban situadas en esa zona. Así, aquellas que sobrevivieron por más tiempo se encontraban en las regiones más rocosas, como Florencia (o Venecia defendida por su laguna), no obstante, hubo ciudades en la llanura padana que, gracias a su riqueza, pudieron sobrevivir y rechazar invasores paulatinamente.
Ya que un ataque sorpresivo de un ejército extranjero a través de los Alpes era muy difícil, los príncipes alemanes del Sacro Imperio Romano Germánico no podían ejercer el control sostenido y efectivo sobre sus estados vasallos italianos, y así Italia estaba substancialmente libre de interferencia política germana, gestándose una dependencia solo nominal frente a una gran autonomía en la práctica, al extremo que en el siglo XII las ciudades italianas ya eran capaces de derrotar a los ejércitos del Sacro Imperio en el campo de batalla. Así pues, no surgieron fuertes monarquías como en el resto de Europa, en vez de ello emergerían las ciudades-estado independientes.
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