¿Quiénes eran las rabonas? ¿A qué sectores sociales pertenecían? ¿Qué vínculos afectivos o familiares tenían con los soldados? - ¿Qué funciones cumplían en los ejércitos independentistas? - ¿Por qué eran importantes para el ejército? - ¿Qué dificultades tenía que vivir una rabona en los ejércitos independentistas? • Finalmente, según lo leído en las FUENTES A, B, C y D: - ¿Crees que las fuentes son válidas? ¿Por qué? - ¿Permiten explicar el rol de las mujeres en el proceso de la independencia? ¿Por qué?.
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Rabona es como se conoce en Bolivia y Perú a la mujer que solía acompañar a los soldados de infantería en las marchas y campañas militares del siglo XIX.
Su nombre deriva del hecho de que generalmente marchaba en la col@ "rab0", de las columnas y aunque también se le conocía como cantinera, el término original era el más extendido.
Funciones
Al darse el alto, las rabonas preparaban la comida y atendían a sus maridos, parejas o familiares, reparando los uniformes y realizando otras tareas de cuidado, que en esa época podían considerarse de logística. La escritora francesa Flora Tristán en su obra Peregrinaciones de una paria, que narra entre otras cosas los sucesos de la guerra civil peruana de 1835-1835, las llama las vivandières de la América del Sur, término utilizado en la Francia Napoleónica para referirse a las que acompañaban al ejército francés como cantineras o vendedoras de provisiones, aunque las características propias de las rabonas eran diferentes como refiere sorprendida la misma Flora Tristán.
El origen de la rabona se remonta al ejército realista peruano de la guerra de independencia, donde los oficiales permitían que las mujeres de los reclutas, generalmente indígenas y mestizos de la Sierra, les acompañaran en campaña incluso con sus pequeños hijos a cuestas para de esta manera evitar la desmoralización y deserción de la tropa durante los primeros meses del adiestramiento. Con el tiempo muchas de ellas terminaban formando parte integrante del batallón y no era inusual que caído su hombre en combate le prodigaran los primeros auxilios o asistieran en su agonía llegando a tomar incluso el fusil de aquel para continuar combatiendo. Los hijos nacidos o criados en campaña solían pasar el resto de su vida ligados a la milicia incorporándose como tamborileros desde la niñez o como soldados desde la adolescencia.
El general español Andrés García Camba refiere en sus memorias como durante la batalla de Umachiri el campamento realista fue atacado por un numeroso contingente de rebeldes siendo que la defensa fue obra de los pocos soldados que se encontraban y las mujeres que acompañaban al ejército quienes dirigidos por un capellán lograron rechazar el ataque. El mismo oficial señala luego que en 1817 el virrey Pezuela trató infructuosamente de desterrar esta perniciosa costumbre de que un ejército de mujeres siguiera a las tropas en sus expediciones en el Alto Perú las cuales si bien ofrecían la conveniencia de preparar diligentes la comida de sus relacionados... aumentaban desmedidamente el consumo y eran una langosta para los pueblos, haciendas o rancherías por donde pasaban.
Un caso particular se presenta en las memorias del general argentino Gregorio Aráoz de Lamadrid, donde al narrar su última incursión en el Alto Perú en 1817 refiere:
Como no había yo permitido que siguiera a la división desde Tucumán, una sola mujer pues no sirven estas sino para montar los mejores caballos de los soldados, distraer a estos, consumirles sus vestuarios y merodear en las marchas cuanto encuentren a mano separándose de los caminos, di una fuerte orden a la división prohibiendo que siguiera mujer alguna, [...] mas como podía haber entre ellas algunas mujeres legítimas dispuse que quedaran estas a cargo del gobierno [...] y que se les pasara una pequeña pensión a cuenta del haber de sus maridos hasta mi regreso, pues fueron muy pocas.