¿Quien me puede conseguir el poema de primavera india de Carlos de Sigüenza?
Respuestas a la pregunta
Del poeta sacrohistórico novohispano, Carlos Sigüenza y Góngora, quien es autor de uno de los pomeas más significativos del arte sincrético mexicano, colonial, se desprende un extracto de este poema dedicado a la virgen de Guadalupe, titulado Primavera Indiana.
I
Si merecí Calíope tu acento
de divino furor mi mente inspira,
y en acorde compás da a mi instrumento,
que de marfil canoro, a trompa aspira.
Tu dictamen: atienda a mi concento
cuanto con luces de sus rayos gira
ardiente Febo sin temer fracaso
del chino oriente, al mexicano ocaso.
II
Oiga del septentrión la armoniosa
sonante lira mi armonioso canto
correspondiendo a su atención gloriosa
del clima austral el estrellado manto.
Alto desvelo pompa generosa
del cielo gloria, del Leteo espanto
que con voz de metal canta Talía
o nazca niño el sol, o muera el día.
III
Rompa mi voz al diáfano elemento
los líquidos obstáculos, y errante
encomiendo a sus alas el concento,
que aspira heroico a persistir diamante.
Plausible empresa, soberano intento,
que al eco del clarín siempre triunfante
de la fama veloz monstruo de pluma,
sonará por el polvo y por la espuma.
IV
Si indigna copa a metros raudales
la atención se recata, temerosa
de investigar con números mortales
la inmortal primavera de una rosa.
Al acorde murmullo de cristales,
que Hipocrene dispende vagarosa,
afecte dulce el de Libetra coro
la voz de plata, las cadencias de oro.
V
Matiz mendigue de la primavera,
que afectuoso venero, humilde canto
de Amaltea la copia lisonjera
el de Fabonio colorido manto.
Mientras clarín de superior esfera,
en fijos polos, el florido espanto,
publica del invierno, que volantes
copos, anima en flores rozagantes.
VI
Rinda en vez del aroma nabateo
sonoros cultos mi terrestre labio,
aunque a tan noble majestuoso empleo
querúbicos acentos son agravios.
Los números (modelo del deseo)
sean de tanto empeño desagravio,
mientras al orbe en armoniosa suma
mi voz cadencias, rasgos da mi pluma.
VII
Oh, Tú, que en trono de diamantes puros,
pisando estrellas vistes del sol rayos,
a cuyo lustre ofrecen los Coluros
brillantes luces de su obsequio ensayos.
Purifica mi acento, y mis impuros
labios se animen florecientes mayos
que a tu sombra mi voz bella María
triunfa inmortal del alterable día.
VIII
A la cuarta estación, que señorea
del frígido Aquilón, nieve volante,
corría el año, mientras clamorea
lánguida Clisie al fugitivo amante.
Comunicando liberal Astrea
escarchas al invierno reiterante
y haciendo en desiguales horizontes
selvas del hielo, de la nieve montes.
IX
Al tiempo, pues, que la veloz saeta
remontado blasón de Sagitario
a expensas de la luz del gran planeta
es del Olimpo luminoso erario.
Cuando a Cibeles, próvida y discreta
comunica cristal la urna de Acuario,
vegetó sin influjos de sus giros
flores la tierra, envidia a sus zafiros.
X
Embrión florido de la luz más pura,
que sacros jacta empíreos esplendores,
fueron éstas, con pródiga hermosura,
intempestivas de las breñas flores.
Materia que en su purpúrea asegura
independencias cándidas de horrores:
mayorazgo en lo humano vinculado
pensión infausta del primer pecado.