Quien fue Alejandro pascual
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Criado en una familia burguesa dedicada al comercio de tejidos, Alejandro González Pascual se formó en contacto directo con la naturaleza en los entornos de las localidades coruñesas de Ferrol y Xubia, donde los ríos y los bosques inspirarían la creatividad del futuro artista, así como la afición de su padre a la acuarela.
En 1944 será A Coruña la ciudad elegida para fijar la residencia familiar y es en esta ciudad donde el futuro pintor se forma en la Escuela de Artes y Oficios, al tiempo que trabaja en la empresa familiar. La vida urbanita le permitió forjar un gran bagaje intelectual, frecuentando el Círculo de Artesanos, disfrutando de la amistad de músicos como Izquierdo, Buján o Carrá, al tiempo que colaboró con la revista Atlántida, que reaccionó contra el academicismo en la búsqueda de la renovación literaria y plástica. De esta época que abarca la mitad de la década de los años 40 y los años 50 datan sus primeras ilustraciones para libros, la realización de decorados para teatro y sus primeras exposiciones.
En la localidad coruñesa de Mera edificará su casa, en plena naturaleza, lo que le permite dedicarse a pintar y empaparse de inspiración para su producción, que continuará mostrando en diversas muestras a nivel español y europeo. Sin embargo, en Galicia su obra era escasamente comprendida y la ausencia de una tradición de coleccionismo impidió que fuese más reconocido entre el público. No será hasta los años 70 cuando decida abandonar el negocio familiar debido al alto ritmo de actividad creativa y a su alta participación en exposiciones, que le impedirán compaginar ambas profesiones. Desde entonces se dedicaría exclusivamente a su carrera artística, donde los paisajes, las arboledas o los bodegones protagonizarán su producción pictórica.
Las obras presentes en esta colección son cinco bodegones datados en las décadas de los años 80 y 90, que representan las características del estilo pictórico de González Pascual, siempre muy independiente, alejado de escuelas, grupos o corrientes coetáneos a su trayectoria. Técnicamente, fue un pintor metódico, preocupado por la obtención de las mejores calidades y matices que le proporcionaba la materia empleada. Su gama oscila entre los grises, los platas, los rosas o los azules, siempre tenues y templados.
Con la aparente sencillez de sus composiciones, González Pascual consigue transmitir atmósferas que destilan misterio e intimidad y, como objetivo principal, investigar la luz, una constante a lo largo de su carrera. Su interés por las naturalezas muertas y por los bodegones, a él le gustaba denominarlos interiores, se intensificó en la última etapa de su carrera, a la que pertenecen las obras analizadas. En ellas el autor plasma las características que definen su producción: composición equilibrada, austeridad y trabajo con el color.
Para su realización, González Pascual combinaba objetos que tenía en su estudio, como manzanas, limones o membrillos; con cristalerías y mantelerías o con cerámicas decoradas. Trabaja con agrupaciones sencillas, eliminando lo superfluo, en las que el espectador pueda centrar su atención, resaltándolas sobre fondos planos, donde toman protagonismo los blancos y los grises, bañados por una luz dirigida que potencia el claroscuro, destacando los volúmenes de los objetos.
Los bodegones de su última etapa resumen el afán investigador que hiló la trayectoria artística de González Pascual, apostando por la austeridad y la sobriedad, traducidas en composiciones auténticas y limpias iluminadas por gamas infinitas de grises y blancos.