Castellano, pregunta formulada por Sandratoro, hace 1 año

quien era lorenzo y cual su papel en los capitulos finales de la obra maria de jorge Isaacs?

Respuestas a la pregunta

Contestado por miausan
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aqui la respuesta German Gez.- El pasado 2 de mayo, víctima de cáncer gástrico, falleció el escritor colombiano Fernando Soto Aparicio. No fue mundialmente reconocido como Gabriel García Márquez, no se inscribe su obra en el realismo mágico, pero sí deja un legado de 72 obras literarias, además de varios guiones para televisión. 

Sus temas habituales se relacionan con los conflictos históricos y sociales que arrastra Colombia; sus obras realistas, denuncian de manera implícita la violencia, la injusticia y las desigualdades sociales. 

Recuerdo con especial interés “La Rebelión de las Ratas”, novela corta que es tal vez su obra más reconocida, con la cual ganó el Premio Selecciones Lengua Española en 1961 y que con gran éxito fue llevada a la televisión en los años 80 por una productora de su natal Colombia. 

Cómo olvidar a Rudecindo Cristancho, el personaje protagónico de esa obra, aquel minero que en su miseria participa en el movimiento de rebelión contra las transnacionales que tenían el poder de las minas de carbón. 

Sin lugar a dudas se trata de una gran novela, cargada de detalles que dejan ver la vida de los mineros colombianos y que bien puede ser también el estilo de vida y explotación de los mineros en diferentes partes del mundo, no solamente en América Latina. 

Timbalí no es Macondo, es un pueblo minero cuya calle principal sirve para separar las residencias de los extranjeros millonarios de las humildes viviendas de los mineros colombianos, muchos llegados en busca de una vida mejor que nunca llega y terminan viviendo en basureros y cavando hoyos en la tierra, como hacen las ratas, de ahí su nombre. 

Pero a diferencia del pueblo garciamarquiano, en ese pueblo minero sus pobladores se cansan de su estilo de vida y se rebelan contra la explotación, con un final realmente sorprendente. 

Analfabeta como era, el destino de Rudecindo parecía estar escrito desde el mismo día en que nació, pero la historia cambia con la llegada del “progreso” que la industria minera llevó a Timbalí, el mismo progreso que arrasó con los verdes paisajes del valle en el que se ubica la población y que terminó por desgraciar la vida de sus pobladores. 

Leí la obra cuando estaba en tercero de secundaria y desde entonces no he olvidado el tremendo impacto que me causó. Se lee rápido no solo debido a su brevedad sino a la intensidad narrativa con la que Soto Aparicio la cargó. 

Estoy seguro que es un referente obligado de la literatura colombiana, de la misma forma que lo son grandes clásicos como “María” (Jorge Isaacs), “Manuela” (Eugenio Díaz Castro), “La Vorágine” (José Eustasio Rivera), “El Alférez Real” (Eustaquio Palacios) y “Cien Años de Soledad” (Gabriel García Márquez), entre otras. 

Cada una de ellas refleja una región, una época de la historia del país sudamericano y un estilo literario particular que va del costumbrismo al realismo mágico, pasando por el siempre presente romanticismo. 

En su conjunto nos dan una clara idea de la forma como el país ha evolucionado a lo largo de los siglos y que bien podría ser la historia del desarrollo del capitalismo en cualquier país de nuestra Latinoamérica. 

Nacido en Socha (Boyacá) el 11 de octubre de 1933, radicó desde 1960 en Bogotá, donde desarrolló su carrera. Publicó artículos de opinión en los principales diarios colombianos, escribió numerosos guiones para la televisión y fue profesor de la Universidad Militar Nueva Granada en Bogotá. 

Entre sus novelas figuran “Los bienaventurados” (1960), “Mientras llueve” (1966) y “Viajes al pasado” (1970), pero también escribió para los niños “El color del viento”, “Guacas y Guacamayas” y “Lunes”, entre otras obras que se quedan para siempre entre nosotros, aunque su autor haya partido ya. Descanse en paz Fernando Soto Aparicio. 


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