¿Quién debe estar presente en el oratorio? ¿Dónde está Jesús?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
La experiencia del Oratorio de Niños comienza en octubre de 1989 en el Colegio de Escuelas Pías de San Joaquín (Valencia) de la mano del P. Gonzalo Carbó Bolta. Como la mayoría de los comienzos, sencillo, sin propaganda ni especiales escritos, va configurándose una nueva forma de hacer. A medida que la experiencia va recorriendo años, bastarían los tres primeros, otros escolapios desean conocer la experiencia y solicitan al P. Carbó notas descriptivas de lo que se realiza con los niños pequeños.
A finales de enero de 2001, tuvimos el primer encuentro con el P. Gonzalo Carbó, organizando para los Misioneros Claretianos de Euskal Herria el primer curso formativo sobre el Oratorio, que tuvo lugar en el Colegio Larraona de Pamplona. A comienzos del curso 2001/2002, se organizaron sendas presentaciones en el Colegio Askartza Claret de Leioa y en la Ikastola Mariaren Bihotza de Donostia-San Sebastián.
Son 16 años en los que la experiencia del Oratorio ha ido creciendo en nuestros colegios. Comenzamos con 1º de Educación Primaria, y a medida que los chavales iban creciendo, la experiencia iba acompañándoles en su desarrollo, alcanzado hasta 2º de Bachillerato. De igual manera, y dependiendo de los recursos, la misma experiencia ha comenzado a realizarse desde 1º de Educación Infantil (3 años).
Una experiencia de encuentro
El Oratorio se define por ser una experiencia de encuentro con Dios a través de la Palabra. Varios son los textos evangélicos que nos recuerdan la preferencia de Jesús por los niños, pero en uno de ellos encontramos el fundamento para esta experiencia: “Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él». Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos”. (Mc 10,13-16).
Nosotros hemos escuchado esta petición del mismo Jesús: “Dejad que los niños vengan a mí”, y queremos responder a esta llamada, a esta vocación, y acercar a los niños a la fuente de la Palabra, para que puedan beber y saciar la sed de verdad que llevan inscrita en su corazón. Dulce tarea la de conducir a la Palabra para aquellos que, por carisma claretiano, nos definimos como “Servidores de la Palabra”.
Estamos convencidos de que los niños y jóvenes son capaces de entrar en relación directa con el Misterio. No únicamente capaces, sino necesitados de conocer al que es la Vida. Otras experiencias aseguran la transmisión de conocimientos sobre Jesús, la paternidad de Dios, los sacramentos, la Iglesia; y todas ellas fundamentales. Pero el Oratorio no se dirige tanto a la transmisión de conocimientos sino a la vivencia experiencial de esa Buena Noticia que nos acerca la salvación.
En el Oratorio nos reunimos en el nombre de Jesús porque sabemos que “donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20). Es la primera Palabra que oramos, ¡y qué fácil de entender! Él está en medio de nosotros. Luego iremos descubriendo otras Presencias y Recuerdos de Jesús que nos acompañan en nuestra vida y que nos colman de alegría.
Desde la fe en las Presencias de Jesús iniciamos el camino de la oración con los niños. Esas Presencias reales nos acompañan en nuestro caminar y van configurando los fundamentos de nuestra relación con Dios. Esas Presencias son “lugares de encuentro”, “manifestaciones sacramentales” del amor de Dios que cuida de cada uno de los hombres y mujeres. Y a esas Presencias queremos ir acompañados de los niños y jóvenes, porque ellos también quieren iniciar el camino de búsqueda, de acercamiento al Misterio. Y nos necesitan, como un niño necesita de la mano del padre o de la madre para dar sus primeros pasos.
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Explicación: