Religión, pregunta formulada por haroljavierflorez, hace 2 meses

que tipo de control debo tener frente a los disensos?

Respuestas a la pregunta

Contestado por mikepro7
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Respuesta:

E l mundo atraviesa una época de crisis pocas veces vista en la historia. Los salvajes bombardeos sobre la

población civil de Yugoslavia, a pocos centenares de kilómetros del corazón mismo de Europa, son un

recordatorio tan doloroso como inevitable a la hora de prologar este libro. Europa está, una vez más, en guerra

consigo misma, con sus propias entrañas, como alguna vez dijera Garcia Lorca. Y si bien pudiera objetarse que

este libro no tiene por misión examinar las causas de tan terrible desenlace, no es menos cierto que la violencia

inusitada de la guerra en los Balcanes no es para nada ajena a los procesos de restructuración capitalista que se

sintetizan en la así llamada “globalización” y acerca de cuyos impactos sobre América latina versa el trabajo que

tenemos el honor de prologar.

Sin llegar a los horrores que hoy abruman a Yugoslavia, en esta parte del mundo también vivimos “tiempos

violentos”. De ahí el título de nuestro libro. Violentos por la gravedad de la crisis social que afecta al conjunto de

América latina, y que se expresa en cruentos procesos de desintegración social y la fractura de las redes

colectivas de solidaridad que, en un pasado no muy lejano, colaboraron eficazmente a mejorar las condiciones

de existencia de grandes sectores de nuestras sociedades. Violentos por la disolución de las formas más

elementales de convivencia social que alimentan el círculo vicioso de la impunidad, el crimen, la corrupción, el

narcotráfico, la exclusión social y la marginación. Violentos por la sorda y molecular violencia contenida en el

“darwinismo social” del mercado, con su cortejo de previsibles minorías ganadoras e igualmente previsibles y

multitudinarios perdedores.

Tiempos violentos, en consecuencia, cuando una nueva y cruenta fase de acumulación originaria tiene lugar

en nuestra región y mediante la cual se produce una inédita concentración de poder, riqueza e influencia social

en manos de un grupo cada vez más reducido de la población, mientras que vastas mayorías nacionales son

relegadas a la marginación y a la desesperanza, a la exclusión y la pobreza. Las cifras que grafican este

verdadero holocausto de la globalización neoliberal son de sobra conocidas. En las páginas que siguen el lector

habrá de encontrar nuevas evidencias. Basta por el momento con recordar que si a comienzos de los años

cincuenta el ingreso per cápita de los países de América Latina equivalía aproximadamente al 50 % del que

tenían los habitantes de los países industrializados, al iniciarse la década de los noventas esta proporción había

descendido a la mitad. El abismo que separa a los países pobres de los ricos se reproduce en el seno mismo de

cada una de estas sociedades, en donde la polarización parece avanzar de una manera irresistible, tanto en los

capitalismos metropolitanos como en los que pertenecen a la periferia del sistema. Según datos de la UNESCO

y la UNICEF cada año mueren alrededor de 16 millones de niños a causa del hambre o de enfermedades

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curables, buena parte de ellos en esta parte del planeta. La mera magnitud de la cifra es sobrecogedora, pero se

halla invisibilizada ante los ojos de una “opinión pública” cuyas percepciones y sentimientos son modelados por

las estructuras más refractarias a las tendencias democratizantes que, en este siglo, conmovieron y

transformaron a todas las instituciones: los medios de comunicación de masas, gigantescos emporios privados

que dominan sin contrapesos, especialmente en América Latina, la esfera pública. Estos medios reproducen

incesantemente una visión conformista y optimista de la realidad, y ocultan los estragos que las políticas

neoliberales están produciendo en nuestros países. En cuatro años los niños victimizados por la violencia

neoliberal, violencia “institucionalizada” que se oculta tras los pliegues del mercado, igualan a los 60 millones de

muertos ocasionados por la Segunda Guerra Mundial. Como bien lo observara Ernest Mandel, “cada cuatro años

una guerra mundial contra los niños.”

Este libro pretende ser una contribución a la impugnación del “pensamiento único”, ése que nos aconseja

conformarnos con lo que existe, que adormece nuestra voluntad de cambio y que ciega nuestros ojos ante la

búsqueda de alternativas. La continuidad misma de la vida civilizada y la preservación del estado democrático

exigen imperiosamente abandonar las políticas neoliberales responsables de este verdadero holocausto social.

Explicación:


haroljavierflorez: a hola otrabes tengo haora a raptor
haroljavierflorez: que tal si somos los compas
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