Filosofía, pregunta formulada por miriantiaravarela6, hace 4 meses

que tipo de atmósfera percibes en el cuento la noche de los feos​

Respuestas a la pregunta

Contestado por alexanataliaromerope
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Respuesta:

con el kkcas xdddd

Contestado por verokitty
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Respuesta:

Ambos somos feos. Ni siquiera vulgarmente feos. Ella tiene un pómulo hundido.

Desde los ocho años, cuando le hicieron la operación. Mi asquerosa marca junto a

la boca viene de una quemadura feroz, ocurrida a comienzos de mi adolescencia.

Tampoco puede decirse que tengamos ojos tiernos, esa suerte de faros de

justificación por los que a veces los horribles consiguen arrimarse a la belleza. No,

de ningún modo. Tanto los de ella como los míos son ojos de resentimiento, que

sólo reflejan la poca o ninguna resignación con que enfrentamos nuestro infortunio.

Quizá eso nos haya unido. Tal vez unido no sea la palabra más apropiada. Me

refiero al odio implacable que cada uno de nosotros siente por su propio rostro.

Nos conocimos a la entrada del cine, haciendo cola para ver en la pantalla a dos

hermosos cualesquiera. Allí fue donde por primera vez nos examinamos sin

simpatía pero con oscura solidaridad; allí fue donde registramos, ya desde la

primera ojeada, nuestras respectivas soledades. En la cola todos estaban de a dos,

pero además eran auténticas parejas: esposos, novios, amantes, abuelitos, vaya uno

a saber. Todos - de la mano o del brazo - tenían a alguien. Sólo ella y yo teníamos

las manos sueltas y crispadas.

Nos miramos las respectivas fealdades con detenimiento, con insolencia, sin

curiosidad. Recorrí la hendidura de su pómulo con la garantía de desparpajo que

me otorgaba mi mejilla encogida. Ella no se sonrojó. Me gustó que fuera dura, que

devolviera mi inspección con una ojeada minuciosa a la zona lisa, brillante, sin

barba, de mi vieja quemadura.

Por fin entramos. Nos sentamos en filas distintas, pero contiguas. Ella no podía

mirarme, pero yo, aun en la penumbra, podía distinguir su nuca de pelos rubios, su

oreja fresca bien formada. Era la oreja de su lado normal.

Durante una hora y cuarenta minutos admiramos las respectivas bellezas del rudo

héroe y la suave heroína. Por lo menos yo he sido siempre capaz de admirar lo

lindo. Mi animadversión la reservo para mi rostro y a veces para Dios. También

para el rostro de otros feos, de otros espantajos. Quizá debería sentir piedad, pero

no puedo. La verdad es que son algo así como espejos. A veces me pregunto qué

suerte habría corrido el mito si Narciso hubiera tenido un pómulo hundido, o el

ácido le hubiera quemado la mejilla, o le faltara media nariz, o tuviera una costura en la frente .

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